Cap. 3

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Regresé con la carne quemada, había escuchado que así la comían los humanos. La dejé sobré la mesa de la cocina. "Mmmmm" una manzana ya comida se encontraba sobre la misma mesa, la mujer debía de haberse despertado ya. Decidido la busqué donde la había dejado. El fuego ya no eran más que brasas y la habitación estaba ahora vacía.  No creía que se hubiese ido sola. 

Escuchó pasos en la escalera que iba a su habitación; "Así que estaba arriba". Se aproximó a la entrada justo para encontrársela cara a cara. Llevaba la manta en un brazo doblada y puesta una de sus camisas. Sus ojos eran preciosos. Como miel recién cosechada. Ojos que lo miraban con gran amplitud.

-Guau.- Salió de su boca antes de que soltará la manta y levantará el cuchillo que seguramente había sacado de su cocina. Temblaba mientras apuntaba hacia él, pero aún así consiguió articular palabras.- ¿Quién eres?¿Porqué me has traído aquí?¿Dónde está mi ropa? Y, ¿Dónde diablos estamos?

-Dámelo.- Aproxime mi mano lentamente hasta las suyas que sujetaban débilmente el cuchillo.

-No.- Vaya, era obstinada. Su respuesta, acentuada por un apretón de dientes y una expresión severa, consiguió sacarle una sonrisa ladeada.

-Dámelo y te contestaré, humana.- Veía la duda en su rostro, veía la incertidumbre.

-¿Human...?- Sin darle tiempo a terminar le quité el cuchillo con un ágil movimiento. La mujer solo pudo dar un jadeo antes de darse cuenta que se encontraba envuelta en mi brazo y desarmada. Y, como un animal rabioso, empezó a agitarse y a intentar golpearme para que la soltará. Cosa que no iba a suceder. 

La lancé sobre el sofá y calló de frente. Se retorció para enderezarse y me miró con sus dulces ojos miel. Era bella, no era delicada, pero era bella. Tenía la nariz respingona, pero con la base más ancha. Sus labios eran anchos y amplios, sus cejas estaban pobladas y tenía la frente amplia enmarcada con un mar de mechones lisos y rizados negros que llegaban hasta sus pechos. 

-Te encontré y te salvé. Se agradecida.- Frunció su rostro dejando de lado la sorpresa inicial.- Mi número es 998 y este es mi territorio.

-¿Número, que diablos? ¿Dónde estoy?- La mujer tenía carácter y no se achantaba ante mi presencia, lo que muchos de mi especie solo lograban a medias, el resto ni lo intentaba, simplemente bajaban la cabeza. Bien, se había ganado una pequeña conversación.

-Soy especie, por lo que mi número es 998, humana, recuérdalo. Estás en lo que llaman zona salvaje pero este es mi dominio. Y todavía no he decidido que voy a hacer contigo.

-¿Conmigo? Yo... no puedo volver. No puedo.- Se veía conmocionada, incluso podía ver el humo salir de su cabeza intentando procesar todo lo que le estaba diciendo.

-Decidido entonces. No volverás.

La mujer se quedó allí, con los ojos y la boca abiertos al máximo, mirándome fijamente sin pestañear y prácticamente sin respirar. Cuando por fin reaccionó pudo escuchar su corazón acelerarse y la palidez descender por su rostro. 

- Espera, espera, espera. ¿Cómo que no volveré? ¿Qué vas... qué vas a hacer conmigo?¿Acaso piensas..- Tragó con fuerza, dándose valor para continuar su pregunta.-... matarme?

La risa surgió en mi de una forma tan natural como no había surgido en mucho tiempo. -No humana, no pienso matarte. Pienso conservarte por qué ahora eres solo mía.

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