—No puedo levantarme, me siento muy mal— exclamó Amaya con las mejillas rosadas por la fiebre.
—Para mí que fue lo de ayer, te pusiste mal con el gracias de Inosuke, se que es raro verlo a él agradecer pero... Estabas casi muerta, casi tuve que llamar a Shinobu— suspiró Nakamura viendo por la ventana a Inosuke tratando de atrapar una mariposa en el jardín.
—Tranquila no morí— sonrió mirando hacia el techo.
—Los días en los que le cocinarías se acabaron, pero... ¿Qué harás? Sólo ganaste un gracias
—Con eso me basta
—¡Oye, tú eres fuerte, no te dejes vencer por mi gracias!— sonrió orgulloso mirando de cerca a Amaya dormir.
Sus gritos la despertaron, así que quedó paralizada al verla cerca de ella.
—No te mueras, tranquila
—¿Cambiaste de cuerpo con alguien? Estás demasiado raro, Inosuke
—Yo soy yo, Inosuke-sama ha decidido ser amable, la comida lo es todo— sonrió con las manos en las caderas.
Se acercó a Amaya, su semblante seguía siendo el mismo, ella estaba a punto de desmayarse, las emociones que él le provocaba eran demasiadas para su corazoncito.
—Amaya, te amo
Sus miles de cabellos azules chocaron con las sábanas de la cama, abrazaba con cuidado y de pie a la pelimorada por el estómago.
—No te mueras, la vieja me dijo que te diga eso sí lo decía algún día, así que no te mueras, vivamos juntos Amaya
No entendía lo que pasaba con claridad, él decía su nombre correctamente, se le estaba declarando, no podía estar tranquila, su corazón parecía querer salirse de su lugar.
Cómo podía él saber qué era amar, cómo, cómo, cómo, esa palabra era el inicio de todas sus preguntas sin respuestas.
—Pero nada, al parecer se lo fue a decir, mejor voy a dónde Shinobu antes de que ocurra el desas-...— unos gritos de emoción la interrumpieron —Ya se lo dijo...
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