Woosh woosh, soplaba ruidosamente el viento en contra de ellos. Grandes sonrisas se mostraban en sus jóvenes rostros, el chico cargaba a la chica en sus hombros mientras corría a toda velocidad a través de la grandes praderas.
—Paremos aquí, debo pesar mucho— lamentó la joven esperando que el peliazul la bajara de su espalda.
—El rey de la montaña Inosuke nunca se cansará de cargar a su reina— respondió orgullosamente dando vueltas ocasionando risas entre ellos.
—Bien, paremos aquí— Amaya abandonó el lugar en sus hombros y tomó asiento en el salvaje césped montañoso, siendo replicada su acción por Inosuke segundos después.
—¿Jugamos a las nubes?
Estas pocas y simples palabras bastaron para hacer a Inosuke gritar y celebrar por todo el lugar, amaba jugar a las nubes.
Sin muchos titubeos, Amaya le dejó comenzar a jugar, en unos segundos Inosuke señaló una gran y extraña nube.
—Esa nube es un ardilla, esa otra también... ¡¿ESO ES UN ELEFANTE?!
Eufóricamente Inosuke se levantó y comenzó a saltar mientras señalaba las nubes, parecía muy emocionado.
Con la mirada, la pelimorada se dispuso, a grabar la forma de las nubes en su mente, para así hacerle un dibujo de ellas a Inosuke, el parecía un niño pequeño y ella simplemente lo amaba así como el era.
Sin darse cuenta, Inosuke se había —extrañamente— tranquilizado.
—¿Pasó algo?— se dispuso a preguntar, era extraño ver a Inosuke tan tranquilo.
Aún en silencio, Inosuke tomó a Amaya por sus caderas y la puso a la par suya.
Con su mano restante tomó la de Amaya y la guío para señalar algo.
—Mira Amaya, ¡Somos nosotros!—exhibiendo una sonrisa, Inosuke dijo estas palabras —Tienes un vestido muy lindo, ¡Te ves mejor que siempre!
Amaya, abrazó al joven con ganas de llorar, siempre soltaba cosas al azar que le hacían llorar o ponerse sensible. Miró a la nube y sí, efectivamente le parecía que eran ellos.
La pelimorada se “distinguió” a sí misma con un vestido largo y a Inosuke con un traje, solo podía pensar en lo hermoso que se podía ver en la vida real con ropa de ese estilo.
—Un día oficialmente serás mi reina, ¡Ya lo verás! Comeremos mucho, jugaremos y estaremos siempre juntos.
Como un niño pequeño sus ojos brillaron, su inocencia nueva de paquete destellaba queriendo ser protegida, y claro, su sonrisa dulce como un chocolate abundaba.
Ninguna palabra salió de la boca de Amaya, ella sólo se limitó a asentir aún en sus brazos. Unidos en un cálido y lindo abrazo, Amaya e Inosuke se limitaron a seguir jugando este lindo juego para ambos durante la tarde, incluídos los halagos y momentos llenos de dulzura.
Las nubes fueron testigos de la ternura del resto de la tarde, no se arrepentirán de haberlo visto, la pareja tan linda que los salvajes formaban.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
