El minotauro del bosque.

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Zaya despertó con un ligero dolor de cabeza. No recordaba mucho, sólo que viajaba con sus padres y el carruaje fue atacado.

El lugar en el que se encontraba era enorme, una habitación sucia y vieja, pero grande y olía a viejo. Tenía vendas en los brazos y piernas. Con cuidado, salió de aquella enorme y vieja cama, que era lo único que no tenía polvo, pero notó un poco de pelo animal en ella.

La puerta se abrió estrepitosamente, haciendo saltar a la joven del susto. Pero su corazón casi se detuvo al ver a aquel enorme animal. Tenía unos cuernos gruesos y melena larga, su torso estaba desnudo y de un color marrón, sus piernas... o mejor dicho, patas eran peludas y largas, acabando en pezuñas. Era el minotauro de los cuentos.

Se decía que el bosque al rededor del reino estaba lleno de criaturas, malas y buenas, pero que todas respetaban al minotauro por ser fuerte. Zaya pensó que sólo eran historias de niños, pues en todos sus viajes a través del bosque jamás había visto nada.

El animal bufó al verla, en sus manos llevaba un par de prendas, vestidos.

Él se acercó y Zaya rápidamente retrocedió, muerta de miedo. El minotauro medía unos dos metros, y era bastante musculoso. Seguro que con un golpe dejaría a la princesa en el otro lado.

—¡Por favor, no me lastimes!—Dijo ella.

—No.—Respondió él, su voz era ronca y profunda.

—¿Puedes hablar?—Dijo ella, sorprendida.

—Claro.

Él dejó los vestidos a la orilla de la cama y dio un paso hacia atrás. Sus pezuñas hacían sonar el eco de aquella habitación casi vacía.

—¿Dónde estamos?—Preguntó Zaya.

—Estás a salvo.

La joven pelirroja se apresuró a tomar los vestidos, no sin notar aquel brillo en los ojos de su compañero. Ese brillo lo conocía, generalmente lo veía en su padre, el rey, cuando veía a la ama de llaves, quien era una joven con un exquisito cuerpo y de piel blanca.

Sintió un poco de miedo y se alejó, sin embargo, notó que él no se movió y agradecía aquello. Le daba miedo pensarlo pero, con aquel tamaño, debía poder sujetarla como a una muñeca y hacer de ella lo que quisiera.

Su vista bajó lentamente. El minotauro llevaba una clase de taparrabos largo hasta la mitad de sus largas piernas.

—¿Quieres comer?—Preguntó él.

—No tengo hambre...pero gracias.

No estaba segura de qué hacía ella ahí. Recordaba el accidente pero nada más.

—¿Y mis padres?—La voz de Zaya era chillona ahora, estaba asustada y pensaba lo peor al no ver a sus papás.

—Están bien. Ahora deben estar en su castillo.

—¿Y... por qué me trajiste aquí?

—Eres la princesa Zaya, ¿cierto?

—Si... ese es mi nombre.

—Mi nombre es Atheun, soy el minotauro que protege el bosque.

La pelirroja alzó ambas cejas.  Entonces todas esas historias eran reales definitivamente, él era la bestia que mantenía el bosque a salvo... aunque ella no sabía exactamente de qué.

—Siempre creí que tú y tus amigos no existían.

—¿Amigos?—Preguntó él y frunció el ceño.

Zaya notó aquello, y sintió algo de miedo. La cabeza de toro de Atheun le daría pesadillas en el futuro, seguramente.

—Los de los cuentos...—Respondió ella en un hilo de voz.

Zaya y el Minotauro. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora