Compromiso.

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Los guardias de la muralla vieron a la princesa acercarse desde la penumbra del bosque. Y a pesar de estar limpia y bien vestida, ella tenía las mejillas empapadas de lagrimas. Rápidamente la llevaron dentro de palacio.

El rey y su esposa se encontraban tomando el desayuno junto a un par de invitados cuando uno de los guardias entró rápidamente en el enorme comedor.

—¡Su majestad! —el hombre hizo el saludo típico del reino antes de aproximarse a la mesa—. La princesa Zaya a regresado.

La reina miró a su esposo con bastante sorpresa y se apresuró a ponerse de pie en compañía de quienes los acompañaban.

Zaya estaba sentada en uno de los cómodos sofás de la sala del té con mirada hacia los jardines, la princesa mantenía la vista en las enromes copas de arboles que rodeaba la muralla.

—¡Hija! —la reina se lanzó hacia Zaya, envolviéndola en un fuerte abrazo y besando su rente–. ¿Dónde estabas? creímos que estabas...

—Zaya —el rey también se apresuró a ir hasta a lado de su hija—. Estábamos muy preocupados por ti... te buscamos por todos lados.

—Papá... mamá —la pelirroja miró a sus progenitores y sintió aún más tristeza, había sido egoísta el querer quedarse con Atheun—, no recuerdo nada...

Aquello sería más fácil que explicarles lo que realmente había pasado. No podía mencionar a Atheun, ni a las hadas... iban a tacharla de loca.

La mirada de la pelirroja se centró en un hombre que estaba detrás de sus padres en compañía de un viejo. Él tenía unos bonitos ojos azules como el cielo y el cabello eran tan negro como la noche. Estaba segura de que no conocía a aquel hombre.

—Princesa Zaya —saludó él e hizo una ligera reverencia—, me da gusto ver que se encuentra bien.

—Hija, él es Bruno...

–¿Bruno? —preguntó ella en un hilo de voz.

—Es un placer conocerte en persona al fin —dijo él.

—Oh... entiendo usted es mi prometido —respondió ella y no pudo sentir algo de tristeza, a esas alturas, creía que quizás con algo de suerte ya se había cancelado el compromiso.

—Pero por ahora estamos feliz de que hayas regresado, hija. —su madre le dio un tierno beso sobre la frente antes de apartarse de ella e ir a lado del rey—. El reino entero celebrará que has regresado.

—Nuestra heredera —el tono de su padre estaba cargado de cariño y alivio al mismo tiempo.

—La verdad... me gustaría dormir un rato, me encuentro cansada.

—¡Claro que si! —su padre asintió al mismo tiempo que su madre—. Seguramente pasaste cosas terribles en ese bosque.

El rey hizo un ademan y dos de los guardias se pararon frente a la pelirroja.

—Hija —comenzó a decir su madre —. ¿Necesitas que te ayuden?

—Estoy bien...

Pero Zaya se sentía débil, sus piernas le fallaron cuando intentó ponerse de pie. Ambos guardias trataron de sujetarla pero Bruno fue quien se apresuro a tomarla en brazos.

—No debería esforzarse demasiado.

La pelirroja notó el tono juguetón que se cargaba la voz del joven rey. Simplemente lo miró y asintió. Estaba demasiado débil como para protestar.

Tanto los guardias como el anciano y ambos reyes se apartaron para que Zaya fuera llevada a sus aposentos. Todos marchaban detrás de Bruno, quien iba siendo guiado por uno de los guardia hasta llegar a la enorme habitación de la princesa. Estaba impecablemente limpia y olía a rosas.

Zaya y el Minotauro. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora