¿Cita?

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—¡Princesa, princesa! —la voz de su sirvienta personal la sacó de su hermoso sueño, había soñado con el Minotauro—. Se le hará tarde para su salida con el príncipe Bruno.

Zaya se incorporó sobre la cama. La luz del día entraba a través de los enormes ventanales de su habitación. Carlotta, su sirvienta personal estaba como loca corriendo del closet al peinador, arreglando las cosas que la princesa usaría en su primera cita con el joven Bruno.

—¿Qué hora es? —preguntó la pelirroja entre bostezos.

—Las nueve con catorce —el tono de la sirvienta era de molestia—. Anoche me dijiste que te despertarías temprano, no debí confiar en ti. ¡No puedes hacer esperar a su majestad!

—Te recuerdo que yo también soy una princesa, puede esperarme lo que yo quiera.

La pelirroja salió de la cama de un salto. Al mirar hacia afuera y ver el jardín con la enorme fuente central, recordó la mansión de Atheun y el pequeño río que corría a través de la enorme casa. Aún podía sentir ese pesar en su pecho, el vacío que el Minotauro había dejado probablemente la seguiría hasta el fin de sus días, o eso pensaba.

—Si claro —respondió Carlotta y rodo los ojos—. Date prisa o tus padres van a culparme a mí de tu impertinencia.

—Pues estás a cargo de mí —Zaya miró a su compañera e hizo un ligero puchero—, y que me trates de así sólo quiere decir que no me extrañaste.

—Claro que lo hice —Carlotta se acercó hasta la princesa y le dio un cálido abrazo—. Creí que te había pasado algo malo.

Zaya esbozó una media sonrisa mientras correspondía al abrazo y le palmeaba la espalda a su compañera. Ambas había tenido una amistad estrecha desde que los padres de Carlotta, quienes trabajaban para sus padres, habían sido asesinados por rebeldes.

—Vale, por favor ayúdame a prepararme para mi prometido.

Aquellas palabras le pesaban a la pelirroja, pero al parecer su destino siempre sería el mismo. Comenzaba a resignarse.

—El joven Bruno es bastante guapo —Carlotta se encontraba desvistiendo a Zaya—. Tiene unos preciosos ojos y ese torso y la espalda ancha...

—Si quieres puedes quedártelo—bromeó la pelirroja.

La sirvienta sólo hizo una mueca de desaprobación antes de empujar a Zaya hasta el baño y meterla en la tina con agua que ya estaba demasiado fría para el gusto de la princesa.

El baño de esponja apenas tardó un par de minutos,  pues Carlotta quería terminar lo antes posible,  odiaba que Zaya asistiera tarde a sus reuniones.

Después del baño se apresuró a secarla con una toalla. El cabello de la princesa estaba algo más largo y además maltratado.

—Al fin pude sacarle ese aroma a establo —comentó la sirvienta mientras sentaba a Zaya frente al enorme peinador.

La princesa desvío la mirada del reflejo, ¿Aún olía a él? Un pinchazo en el pecho le recordó lo sola que se encontraba a pesar de estar en casa. Sentía que ya no pertenecía a ese lugar.

—Gracias Carlotta —fue lo único que pudo decir.

Treinta minutos después la princesa estaba lista. Llevaba un vestido azul de manga larga, el escote era en forma de V y estaba algo pronunciado, pero todas esas prendas de su clóset habían sido mandadas a hacer a su medida. Tal vez es que le había crecido un poco el pecho.

Caminaba sobre un par de zapatillas que hacían juego con el cinto del vestido, color marfil y de apenas unos tres centímetros de altas.

El cabello estaba recogido en un moño y adornado por una vieja peineta que sus padres le habían regalado hacía un par de años, un viejo accesorio de su madre color oro con unos cuantos rubíes y esmeraldas adornandola.

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⏰ Última actualización: Sep 13, 2023 ⏰

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