El festival de las hadas.

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A pesar de la primavera, Zaya sentía que cada mañana era helada en aquella mansión. Tenía que cubrirse con una manta por la noche, especialmente cuando su compañero no estaba.

Ese día se sentía exhausta. Su cuerpo estaba pesado y tenía un ligero dolor de cabeza.

–Buenos días.—Atheun traspasó la puerta de la habitación.

Llevaba unos cuantos vestidos y un par de sandalias. Zaya nuevamente se preguntó de donde era que sacaba aquellas cosas.

—Me siento un poco mal.—Dijo finalmente mientras se sentaba a la orilla.

Él se paró a su lado y puso su mano sobre su frente. Parecía tener un poco de fiebre.

—¿Te apetece comer un poco?

—¿Puedes darme un jugo de naranja?

El minotauro se lo pensó un momento pero asintió. Después de que ella se cambiara la ropa, juntos caminaron hasta el comedor. En el centro de la mesa había una charola con fruta fresca.

Ella se sentó y suspiró,  tal vez había pescado algún resfriado, después de todo, ahora ella y el minotauro entraban diariamente a las aguas termales juntos.

Al alzar la vista, se topó con la ansiedad de su compañero. Habían partido varias naranjas y con las manos exprimía el jugo sobre un vaso.
Por su parte, él creía que aquello era asqueroso, después de todo, ¿a quién le gustaría que sus manos tocaran la comida? Ni siquiera a Xava.

Zaya pudo notar la indecisión de Atheun.

—¿Estás bien?—Le preguntó e hizo que él la mirara.

—Sólo... desearía tener manos más pequeñas.

La pelirroja alzó una ceja. A ella la gustaban sus manos, especialmente sus dedos largos y grandes. Se inclinó sobre la mesa y alcanzó una de las manos de Atheun. Le sonrió muy ligeramente antes de meterse dos de sus dedos en la boca. El sabor cítrico invadió su boca y con su lengua acarició los dedos de su compañero hasta dejarlos casi limpios de aquel zumo.

—Todos los días me preparas comida y me haces el amor tocándome con esas manos tan hermosas, ¿por qué iba a tener problemas con ellas?

—Soy un animal, Zaya...lo normal es que te asquees de mí.

—Me da más asco Isaac.—Dijo ella y se encogió de hombros.

Atheun asintió. No sabía cómo sentirse ante aquello. Terminó de exprimir las naranjas y le entregó el jugo a Zaya. Gustosamente vio como la princesa lo bebía sin problemas.

Su dedos aún sentían la calidez de su lengua, aquello lo puso ligeramente ansioso.

—¿Qué harás hoy?—Preguntó ella sin apartar la mirada de su jugo.

—Bueno, hoy es un día especial en el bosque, al menos para las hadas.

–¿De verdad existen las hadas?—La expresión de sorpresa apareció en el rostro de la pelirroja.

—Te dije que si.—Atheun se encogió de hombros.—Hoy tienen su festival...el bosque se llena de ellas y sus luces. Todos estamos invitados a ver el espectáculo. A ellas les gusta alardear sobre la belleza que le dan al bosque.

—¿Me llevarás contigo?

—¿Quieres ir?

—Nunca he visto un festival de hadas, claro que quiero ir.

Él asintió mientras comenzaba a desayunar. Con el pasar de los días,  Zaya se había acostumbrado al sonido de la boca de Atheun. Se sentía a gusto con él,  en aquella mansión solitaria y fría.

Zaya y el Minotauro. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora