Capítulo 3. Los ojos y la sonrisa

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Emma Myers

Esa misma noche, en la cena, estábamos los tres sentados en la mesa, mamá acababa de volver de su turno y Derek de la universidad.

Derek venía a la casa de vez en cuando a cenar o a visitarme. Él estudiaba en la universidad de la ciudad y aunque esta, no estaba muy lejos de la casa, él prefería dormir en los dormitorios. Ya se imaginarán la razón.

Estuve un buen rato con la mirada fija en mi plato y lo único que había podido hacer era jugar con la comida. Hambre era lo último que tenía, más bien estaba concentrada en tratar de encontrar la solución de mis problemas en un plato de espagueti, al menos hasta que sentí una mirada sobre mí.

Levanté la cabeza y ahí capté la preocupación y confusión reflejada en los ojos de mi mamá.

—Amor, ¿estás bien? —preguntó ella con voz cariñosa.

En seguida la sonreí para disimular.

—Sí, mamá, todo está bien —contesté tratando de sonar convincente—. Ya sabes cosas de la escuela y el equipo. He estado un poco estresada con todas las tareas.

Mi mamá me examinó detenidamente por unos segundos y con ese simple gesto supe que no me había creído ni una sola palabra, pero ya no preguntó más, supongo que entendió que no quería hablar más del tema.

—Tú, ¿cómo estás? —pregunté al notarla un poco pálida—. Te ves muy cansada mamá.

Ella suspiró, agarró mi mano y acarició con su pulgar el dorso de esta.

—Estoy bien amor, solo fue un turno largo y cansado. No tuve tiempo ni de comer.

—Tal vez deberías dejar de aceptar turnos dobles —le sugerí en un tono acusatorio.

—Tal vez, pero me quiero asegurar de tener el dinero suficiente para cuando vayas a la universidad. No quiero que te falte nada.

—No me falta nada mamá y ya te dije que puedo buscar un trabajo para ayudarte con eso.

—Y yo ya te dije que no necesito que busques un trabajo —replicó levantándose de la mesa—. Estoy bien cariño, no te preocupes. Concéntrate en tus estudios. Eso es lo que realmente importa.

Hice una mueca, pero ya no insistí. No era la primera vez que teníamos esa plática y todas habían terminado de esa misma forma.

Cuando terminamos de cenar, le dije que se fuera a descansar, ella sin objetar asintió y se fue a su cuarto. Odiaba verla de ese modo, tan cansada, pero era tan obstinada con algunos asuntos que sabía que no me dejaría ayudarla.

No tenía muchas cosas en común con ella, pero en eso, sí que nos parecíamos. Yo también había heredado su pensamiento de que podíamos hacer todo sin ayuda de nadie.

—¿Qué tal va la universidad? —le pregunté a Derek, tratando de desviar mis pensamientos a otra cosa.

—Está siendo muy interesante —contestó esbozando una sonrisa que no supe como descifrar—. Me gusta. Mucho.

—¿Qué es lo que te gusta más?

—Las clases, claro —contestó casi de inmediato.

No le creí ni una sola palabra. Conocía a mi hermano perfectamente, como para saber que algo estaba haciendo.

—Ya veo —dije sin indagar más, no quería meterme en sus asuntos.

Al final Derek y yo, recogimos lo de la mesa y limpiamos todo. Cuando terminamos me subí a mi cuarto a terminar mi tarea.

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