Capítulo 8. Pánico

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Emma Myers

Una semana después del incidente con Thomas, me encontraba en mi clase, un poco aburrida y totalmente distraída de lo que decía el profesor.

Me inquietaba eso, el hecho de que mi cabeza parecía divagar constantemente en las clases me empezaba a preocupar. Hace tiempo que no me pasaba. Tal vez era por los cambios que estaba viviendo. Estaba tan acostumbrada a mi rutina y a mantener el control de todo lo que me rodeaba, que no sabía cómo manejar los nuevos acontecimientos de mi vida.

Durante esa semana había conocido poco a Thomas, solo habíamos hablado en un par de clases que teníamos juntos y en realidad todo fue acerca de la clase.

Para ser sincera, era yo la que trataba de no acercarme mucho a él, siempre que estaba a mi alrededor me volvía un poco tonta y me costaba trabajo concentrarme, por lo cual trataba de evitarlo.

Pero, a pesar de eso, no había podido dejar de pensar en él, en sus ojos, su sonrisa, su piel bronceada que le daba un toque seductor y, sobre todo, no podía sacar de mi cabeza la manía que Thomas tenía de pasarse la mano por su cabello.

Era algo tonto, pero a mí me enloquecía.

Esbocé media sonrisa solo de recordarlo, sin embargo, esa sonrisa fue interrumpida por un recuerdo, uno que no dejaba de rondar mi cabeza. Ese momento que tuve con Declan, cuando le estaba limpiando las heridas, me atormentaba.

La manera en la que me miró y lo que me hizo sentir esa cercanía que tuvimos me hacía dudar de si éramos solo amigos.

Tal vez me estoy volviendo loca.

Desde que nos conocíamos nunca habíamos tenido ningún momento como ese. Aunque como siempre, lo que a mí me estaba atormentando, en Declan parecía no generar el mismo efecto. Todo había estado muy normal con él. Como si nada hubiera pasado.

Sacudí la cabeza un poco tratando de alejar esos pensamientos para poder concentrarme en mi clase y en todos los pendientes que había generado.

Por mis raspones la entrenadora me recomendó no entrenar por unos días, lo que significó que tenía tiempo libre por las tardes.

Normalmente, no era de mi agrado ir a mi casa, siempre estaba sola. La mayoría del tiempo me la pasaba en la casa de Sophie, pero eso cambió cuando conocí a Declan, parecía que él huía más de su casa que yo.

Cuando la clase por fin terminó, fui a la cafetería. Todas mis amigas ya estaban sentadas en nuestra mesa. Las saludé de lejos y decidí primero ir hacia la barra para escoger algo de comer.

Giré en esa dirección y me detuve cuando vi que Thomas se encontraba ahí. Pude no acercarme y regresar con mis amigas, pero tenía hambre, así que opté por ir sin importarme que él estuviera.

¿Por qué tenía que ser tan guapo?

Me acerqué despacio y me puse detrás de él, tratando de que mi presencia pasara desapercibida, pero la suerte nunca estaba de mi lado. Como si supiera que estaba detrás de él, se giró y en cuanto me vio me sonrió, me tardé unos segundos, pero al final también le sonreí.

—¿Cómo sigues? —preguntó mientras tomaba su comida.

—Bien —me encogí de hombros—. Solo un poco adolorida, pero nada importante.

Cuando él se recorrió fue mi turno de servirme comida. Ese día había cosas deliciosas y yo siempre había sido de las personas que disfrutaba mucho la comida.

Thomas, al ver todo lo que me servía, soltó una pequeña risa burlona, lo volteé a ver con gran confianza y cara seria.

—¿Qué? —inquirí, enarcando una ceja.

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