Este momento en que eres y en que soy

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Es una cuestión de tiempo
Tan breve este momento, en qué eres y en qué soy
Tú, mañana ya te fuiste
Y antes me dijiste "El futuro es hoy"

Futuro, Café Tacvba

***

Hay días en los que no ocurre nada.

No te equivoques, este no es uno de ellos.

Hay días como este, por el contrario: ocurre todo. El mundo se acaba múltiples veces, Yuuji siente como si su garganta se hubiera desgarrado con sus gritos, siente los nudillos deshechos, siente la sangre seca y la que está aun fresca en su piel. Y a pesar de todo tiene fuerzas para entrar en la habitación incorrecta —siempre la habitación incorrecta—, sonreír y despertar al otro.

—Oye, Megumi —suena su voz en la oscuridad—, no me morí.

Y acto seguido, se desmaya.

***

Vuelve a despertar con unos ojos profundos y enojados viéndolo. No sabe si Megumi va a reclamarle que esté manchando el tatami o que haya decidido ir a molestarlo a altas horas de la madrugada. Apenas terminó su misión. Está completo. Tiene todas las extremidades, todos los dedos, ningún hoyo en el pecho y una sonrisa. Eso debería ser suficiente.

Además, es su ritual.

No morir. Volver con el otro.

Han estado cerca muchas veces. Carajo, Itadori Yuuji ha muerto una vez y vuelto para contarlo. Así que tiene sentido esa escena.

Megumi no pregunta si está bien. Puede verlo entero. No dice nada, sólo frunce el ceño y le extiende un brazo. «Levántate», dice su expresión. Yuuji toma su mano y se incorpora como puede. No está muy deshecho, sólo un par de heridas.

—¿No se te ocurrió buscar quien te curara? —Eso es lo primero que dice Megumi, con el tono severo que a veces tiene y tras el cual oculta su preocupación por Itadori.

—Tenía que decirte que seguía vivo.

Megumi chasquea la lengua.

—Ven. —Señala el futón y lo deja acomodarse en él—. Espera ahí.

Yuuji se queda solo y espera. Hay días en los que pasa todo, pero cuando llega y le dice a Megumi que todo está bien, de repente, ya no pasa nada. El mundo se detiene un momento para darles una sensación de paz que le tienen que arrebatar al tiempo y a lo vertiginoso de su vida y de sus estudios.

Tan sólo esperar es sinónimo de paz.

***

Megumi vuelve con gasas, una palangana de agua, un antiséptico y un trapo. Sabe qué hacer en ese caso.

Yuuji tiene varios rasguños que Megumi se limita a limpiar sin quitar la cara inexpresiva. Cualquier podría pensar que es un fastidio, pero Yuuji reconoce la preocupación que intenta ocultar. Al final, expone a herida más vistosa, la del vientre. Tampoco es muy profunda, es más aparatosa de lo que parece. Megumi la limpia igualmente y la cubre con una gasa.

—Creo que subestimé al enemigo —dice Yuuji—, no creí que fuera tan... Oh, deberías haberlo visto. Fue una buena pelea. Tenía una técnica interesante...

Sigue hablando, para llenar el silencio. Habla porque Megumi no lo hace y Yuuji quiere conjurar la normalidad más rápido. Quiere que sus palabras llenen la habitación y que ese día ya sea sólo una historia y no los golpes y las heridas. Nada de chamanes de jujutsu ni de maldiciones, por un momento. Nada de una cuenta atrás hasta que la sentencia sea ejecutada. Sólo él y Megumi.

—... ¡de verdad! —sigue, sin pausa—. Kugisaku se lució, también. Ella acabó ilesa, claro... Tuvo más cuidado. Además yo fui primero y...

Megumi bufa y el gesto interrumpe a Yuuji.

—Ya está. No estás curado, no realmente. Pero no es demasiado grave.

No vuelve a reñirlo por volver así. No son las peores heridas que ha tenido. De hecho, mientras no muera, nunca serán las peores heridas que ha tenido.

—¿Quieres seguir escuchando la historia? —pregunta Yuuji.

—Mañana. Ahora cállate. Y abrázame. Me lo debes —exige Megumi—. Por preocuparme.

Y por supuesto que Yuuji extiende los brazos y lo abraza y luego se deja caer en el futón, para obligar a que Megumi caiga a un lado de él. Es raro que sea vulnerable así, que haya otra faceta suya, lejos de la que existe fuera de esa habitación y de los brazos de Yuuji. Ese «abrázame» existe sólo en un momento, en un segundo.

No se atreve a decir nada para no romperlo. Pero sonríe de lago, abiertamente. Porque Megumi lo escogió a pesar de que va a morir, a pesar de que ser el recipiente de Sukuna, a pesar.

Un abrazo por preocuparse no es gran cosa.

***

Despiertan hechos en remolino de brazos y piernas. Yuuji siente el dolor de los golpes y las heridas un poco más fuerte, ya sin la adrenalina. Megumi es cuidadoso al incorporarse un poco y buscar sus labios.

Nadie más sabe de eso.

«No tiene caso», dijo Megumi una vez; «eres y soy y este es sólo un momento. No tenemos que explicárselo a nadie más».

Pero se lo explican a ellos mismos. Con los besos en los labios, lentos, pensativos, el vaivén de sus dedos entrelazados, sus brazos, en los que vive el otro.

«Cállate y abrázame» siempre ha sido un lenguaje aparte para ambos. Te quiero se queda corto ante un gesto, una mirada, una idea de vulnerabilidad ante el otro que ninguno de los dos sabe expresar muy bien.

Las palabras se les quedan cortas. Por eso, fuera, cuando alguien más puede verlos, de repente todo se convierte simplemente en un: «si mueres, te mató».

Tiene sentido. Recorrer los sinuosos caminos de la muerte hasta encontrar al otro para matarlo de nuevo. Curiosa expresión de amor.

Megumi lo aferra.

«No me sueltes», dice su gesto, lo que no sabe de sus cuerdas vocales.

«Nunca».

—Ya es tarde —dice Yuuji—; es otro día.

Con una sonrisa apacible, todavía con Yuuji atrapado entre sus brazos, Megumi asiente.

Otro día. Otra vida. Otro momento.

Tan breve este momento [Itafushi / Fushiita]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora