"Mirarte de frente
Admito en voz alta
Que no pocas veces he sido tentado
En coger mi esperanza
Y lanzarla sin más a la fosa común
Donde yacen los sueños
Que nos diferencian"2009. Voy a romper las ventanas, Love of Lesbian
***
Itadori Yuuji no es ajeno a los sonidos de los hospitales; está acostumbrado al olor del antiséptico, desinfectante, al limpio absoluto de sus pisos y sus paredes. Está acostumbrado a los rostros de cansancio de los pacientes y las visitas, al silencio de sus pasillos y los pasos rápidos y seguros de doctores y enfermeros.
Sukuna tiene la culpa.
Sukuna siempre.
Sukuna es responsable.
Sukuna tiene cuentas pendientes con Megumi y siempre se los recuerda, cuando tiene la desgracia de aparecer. Las mismas manos que le hicieron daño a Megumi son las que Yuuji está mirando, las que puede mover a voluntad. Fueron sus dedos, sus brazos, sus piernas, su cuerpo entero quien lastimó a su propio novio y no pudo hacer nada para evitarlo. A pesar de todo, lo mantiene vivo.
«Mantiene». La palabra le suena ácida en su mente.
Como si Sukuna les estuviera haciendo un favor, nada más, alargando sus vidas hasta el momento en el que decida dejar caer la hoja de la guillotina.
Las enfermeras —son todas enfermeras en esa sección del piso— caminan y Yuuji apenas si las nota. Está acostumbrado a sus pasos rápidos y seguros, a quitarse de en medio cuando van a cambiar suero, cambiar un vendaje o revisar a Megumi. Sabe que la mejor manera de dejar que hagan su trabajo es no estorbar y seguir sus órdenes al pie de la letra.
Alguien tose. Yuuji está tan metido en sus pensamientos que se tarda en notar que es Megumi quien lo hace.
—¡Ey, cuidado! —dice, acercándose a él.
Tiene una abierta en el vientre bastante fea, pero Sukuna evitó clavar sus garras —o uñas o lo que sea— en un punto vital. No es pendejo, la verdad.
—Estoy bien —replica Megumi, con pesadez. Está vivo y eso es suficiente.
Para los chamanes, estar vivos lo es todo. No todos se dan el lujo de decirlo.
***
La estancia en el hospital es corta y Megumi duerme más de lo que dormiría en su habitación de Jujutsu High. Yuuji vive en el pasillo, entre la máquina expendedora, las sillas frente la estación de las enfermeras y la silla a un lado de la cama de Megumi. No hay ninguna urgencia que atender durante esos momentos, ninguna maldición. Incluso los malos deben aprovechar el tiempo para recuperar fuerzas. Incluso Sukuna.
La primera vez que ocurrió algo que no debería haber ocurrido con Sukuna, Yuuji intentó alejarse.
Megumi nunca se lo ha permitido.
«Nunca me harías daño», dijo esa vez.
«Sí lo que está dentro de mí», replicó Yuuji.
«Tú nunca me harías daño».
Así que Yuuji acepta aquella dualidad entre la parte de su cuerpo y su alma que le pertenece sólo a él y todo lo demás, lo que es Sukuna.
—Ey, vamos, seguro Kugisaku querrá también saber que estás bien.
El viaje del hospital a Jujutsu High no es largo. Megumi sonríe, de lado. Parece divertido por algo y Yuuji determina que, al menos, esa es una buena señal.
—No te ofendas, Yuuji, pero lo que menos quiero ahora mismo es ver al resto. —Hay una pausa en la que espera que Megumi aclare a qué se refiere exactamente. Por qué no querría recibir los mimos del resto o... Oh—. No hay mucha oportunidad de abrazar a mi novio con tanto personal de salud cerca.
En público se tocan poco.
Un par de manos entrelazadas bajo las mesas, dedos que se rozan, ojos que miran los labios del otro esperando un momento a solas, un momento íntimo. No quieren compartir aquellos roces y aquellas caricias con el mundo. Mantenerlas alejadas de donde nadie pueda verlas —ni contaminarlas, ni torcerlas, ni agarrarlas para hacerles daño— es lo mejor.
—Vamos, pues. —Yuuji le tiende la mano en la entrada de Jujutsu High. Mientras nadie puede verlos, Megumi la aprieta.
***
Está aprehensivo. No puede sacarse a Sukuna de la cabeza —literalmente.
Megumi aprieta su mano y Yuuji no entiende si eso es un «gracias por estar», «gracias por cuidar de mí», «gracias». Usualmente no le cuesta tanto trabajo entender sus gestos.
—Ey, Megumi —dice, sólo para quitarse el peso del pecho y poder respirar.
—¿Hm?
—Lo siento, otra vez...
—No tuviste la culpa. —La voz de Megumi es dura y fría, tono que no admite réplicas de ningún tipo.
—De todos modos, Sukuna está...
—No tuviste la culpa. Tú no intentaste atravesarme.
Y esa vez el tono tiene un dejo cansado, agotado de discutir aquel tema siempre, toda la vida. Yuuji se muerde un labio en un gesto involuntario, nervioso. En su manera de moverse están sus dudas y el hecho de que siente no merecer realmente a Megumi.
No es común que personas como Yuuji encuentren a alguien como Megumi.
—Déjalo —insiste, de nueva cuenta—, déjalo —repite, como si la sola acción de decir una palabra muchas veces lo cambiara todo—, déjalo.
—Sabes que no podemos simplemente olvidarlo porque Sukuna...
—Déjalo —y esta vez es más duro—. No voy a unirme a tu festival de lástima, si eso quieres. —Quizá es innecesariamente cruel, pero Yuuji lo comprende, visto de lejos—. Estuve en el hospital. Quiero estar con mi novio. No con una sombra... lo que sea que eres en este momento...
Yuuji se traga los «lo siento».
Megumi nunca da tantas vueltas al decir las cosas cuando sólo están ellos dos y, al final, sólo se traba y vuelve a los códigos entre los dos, a acercarse a él y abrazarlo y a decir, de esa manera «estoy aquí, estoy aquí, estoy aquí».
***
Al final, lo que importa entre ellos dos es que están vivos y su tiempo es limitado. Yuuji quiere vivirlo sin tener remordimientos, quiere saber lo que es estar enamorado, quiere saber lo que es estar enamorado de Megumi, específicamente. Quince años, Megumi, no le importa que todo en el mundo le grite que no se lo merece, lo tiene en sus manos. Quiere atesorarlo tanto como pueda. Ni siquiera Sukuna podría quitarle algo así.
Pega su frente a la de Megumi, sus narices se rozan. Ese momento antes de inclinar un poco la cabeza y besarlo.
—Te quiero.
Megumi abraza, sin contestar.
«Aquí estoy, aquí estoy, aquí estoy».
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Tan breve este momento [Itafushi / Fushiita]
Fanfiction"Te quiero". Son palabras tan grandes, los aplastan. Y ellos se los permiten. Cosas de ser adolescentes y estar enamorados. Cuatro momentos en la vida de Megumi e Itadori. Itafushi Week 2021