Llegué a la estación de buses de Santander, hacía fresquito, se notaba la diferencia de temperatura respecto a Madrid, bajamos despacio del autobús, poco a poco la gente se veía más animada, mucha gente venía a visitar a familiares, a mí no me esperaba nadie.
Mi familia para entonces ya no vivía en Santander, la casa se había quedado sólo para mí.Mientras sacaba las maletas que tenía en el compartimento del bus, escuchaba el barullo de fondo, gente llorando y riendo de las ganas de ver a sus familiares, en el fondo me sentía triste y apenado, me hubiese gustado que mis padres me esperasen, tener a alguien a quien saludar y abrazar a mi llegada. Supongo que esto mismo le pasará a mucha gente, así que me dejé de preocupar por el asunto.
Salí fuera de la estación de buses, llamé a un taxi y le di la dirección de mi casa, me ayudó a guardar las maletas y nos pusimos a conversar mientras el ponía los cuarenta principales, hablábamos del motivo de mi viaje, del tiempo y de las últimas noticias que habían salido en los medios de comunicación, una conversación formal, aunque algo protocolaria e incómoda, preguntó que estudiaba y resulta que un sobrino suyo era compañero mío de clase en la Complutense de Madrid.
Comenté lo duro que había sido el año, sobre todo si te falta un año para acabar la carrera de biomedicina, la nota de la EBAU me había costado sacarla, sólo para entrar en la universidad en la que me gustaría entrar.
Mentalmente estaba agotado, por los exámenes y las clases, por eso decidí volver al norte, sólo para descansar de la frenética vida de Madrid.
Llegamos a nuestro destino, el tiempo estaba estable, con algo de viento, pero aún así se encontraba agradable, bajé las maletas y pagué al conductor.
A continuación subí una pequeña cuesta hasta llegar a mi casa, seguía igual, como el día en el que me fui de casa para poder estudiar.
Entré por la puerta, poco a poco, estaba todo en un perturbador silencio, saludé como si todavía estuviesen mis padres, pero nadie contestó y rápidamente me di cuenta de ello, pensé en lo tonto que era la situación y lo triste al mismo tiempo.
Estaba todo vacío.
Recorrí la entrada de la misma con las maletas, dejé las llaves en el mueble del hall y empecé a subir las escaleras bque conducían a la primera planta, donde se encontraba mi habitación.
Lucia exactamente igual que hace 4 años, todo perfectamente ordenado, los muebles con algo de polvo, pero los pósters de mis grupos favoritos parecían como nuevos, el tiempo les había tratado bien, eso por una parte me alegraba.
Guardé las cosas de mi maleta en los viejos armarios, dejé todo en su sitio, cogí una toalla y fui al baño a ducharme.
Estaba fría, helada, pero tenía calor y decidí aguantarme, me mojé sobre la espalda y cabello; un escalofrío recorrió todo mi cuerpo pero me mantuve inmóvil dejando que el agua recorriese mi cuerpo, estaba con la mente en blanco no sabía qué hacer allí en una ciudad con pocos habitantes a comparación de Madrid.
Me di la ducha y salí mucho más fresco más despejado mientras me secaba el pelo cogí mi móvil y puse black hole sun para escuchar de fondo, luego bajé por las escaleras hacia la cocina, encendí las hornillas para prepararme algo de comer ya que eran las tres de la tarde, pero me dí cuenta de que no tenía nada en la nevera ni tampoco en la despensa a excepción de unos cereales caducados.
Ante la falta de alimentos decidí cambiarme para ir a comprar suministros en la tienda del pueblo, tardé una media hora hasta llegar allí, compré lo justo: leche, huevos, patatas, sal, azúcar, tomate, cebolla, cereales, pan, un poco de miel y aceite.
Al llegar a casa me preparé una tortilla con un poco de ensalada de tomate y cebolla.
Estaba hambriento, en cuanto terminé lavé mis cosas y recogí la mesa. Luego fui a ver la tele pero no encontré nada interesante excepto un documental de lémures en Madagascar.
Me dormí al poco rato de que terminase el programa.