Capítulo Catorce

121 22 25
                                    


Un gemido bajito y contenido resonó desde la garganta del pequeño omega, un sonido particular y similar a un quejido antecesor de un suspiro casi insonoro. Él se movió lento hacia atrás conteniendo la respiración ante las sensaciones que lo envolvían en un instante.

Salir del cuerpo de su compañero después de que el nudo se desinflaba era una sensación a la que nunca podría acostumbrarse, alejarse del apretado y caluroso espacio estando semi-flácido y demasiado sensible mientras el cuerpo ajeno parecía querer succionarlo nuevamente dentro. Apretándose y absorbiendo con tanta fuerza que parecía no querer dejarlo salir nunca, como si quisiera que él permaneciera por siempre dentro de su cuerpo.

Y, oh.

Él lo añoraba.

—¿Bien?

—Sí, alfa. —El niño respondió en un quejido encogiéndose y apegándose más a su pecho.

Él lo abrazó por la cintura y le acarició la barriguita con los dedos, en su vientre bajo podía sentir la tibieza húmeda de su corrida escapando del interior del omega.

Le besó los cabellos revueltos y ligeramente húmedos y aspiró con fuerza su aroma, dulce y delicioso como siempre. —Duerme. —Susurró sin dejar de mover la mano encima de la barriguita levemente hinchada de su omega, por más que algo de su corrida escapara del interior del muchacho la inflamación permanecería durante un muy buen rato.

Los omegas solían quedar hinchados y muy llenos después de anudar.

Por su cuenta intentó dormitar un poco mientras el omega suspiraba lento y profundo. Pero, no consiguió dormirse. Por ello cuando se cercioró de que el muchachito estaba durmiendo profundamente se alejó con cuidado, le cubrió tan bien como pudo con todas las pieles y tomó su forma de animal.

Caminó por la oscura cueva con cuidado, apenas habían puesto un par de fogatas y la luz era mínima, afortunadamente sus ojos funcionaban bastante bien en la oscuridad. La cueva en la que habían podido descansar con la inminente nevada era grande y al fondo había pequeñas grietas que abrían a cuevas bastante pequeñas. Él había tomado una de ellas, la más alejada, para descansar con su omega.

"Alfa"

Giró la cabeza hacia el costado y su vista recayó en la figura de un enorme lobo gris y café, era casi tan grande como Harry.

"¿Todo bien?" Cuestionó en un tono lento.

El lobo hizo un sonido bajo y ronco. "Está cayendo una nevada. Quizá tengamos que quedarnos un poco más aquí."

"Podríamos seguir." Otro alfa se coló en sus pensamientos y él viró los ojos hacia el lobo café claro que caminaba despacio desde la zona de entrada de la cueva.

"No es seguro para el Joven Omega." Dijo después de un momento en silencio, avanzando hacia los alfas a pasos lentos.

"Él podría soportarlo si lo lleva en su lomo" uno de los alfas dijo.

"Nosotros podríamos avanzar en medio de la nevada." El alfa gris gruñó mirando al lobo más pequeño y de tono más claro. "pero tampoco es bueno. Nos pondremos débiles."

"Sí." Harry sacudió la cabeza y se lamió el hocico. "No es seguro para mi omega. Y que nosotros podamos resistirlo no significa que vamos a arriesgarnos."

"Sí, alfa." El lobo café respondió inclinando la cabeza.

"Todos debemos regresar a salvo a la manada."

The Zone (ls)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora