Capítulo uno

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La peluda y grisácea cola se balanceó lentamente hacia los lados, tentativa mientras el cuerpo bajaba hasta quedar casi cubierto por la alta yerba verde brillante y húmeda por la llovizna previa. El cuerpo comenzó a arrastrarse lentamente hacia adelante, la mirada firmemente enfocada en el pequeño y exótico animal.

Era demasiado raro encontrar uno de esa clase, éste era el tercero que veía en toda su vida, y si quería cazarlo sabía que tenía que ser el doble de cuidadoso. Él era uno de los más hábiles cazadores con los que la manada contaba, sin embargo sus dos previos encuentros con el animal habían fracasado, y estaba seguro de que la tercera vez no ocurriría lo mismo.

Él volvería con un botín a casa.

Estaba totalmente seguro de eso.

Sigiloso se levantó apenas unos centímetros para moderar de mejor manera su avance, el animal estaba concentrado masticando una sección de pasto un poco seca, cuando hubo avanzado un par de metros más volvió a echarse de panza contra el suelo, la yerba espesa y húmeda escondiéndolo y mojando su pelaje.

Casi podía saborear al animal a la distancia en la que estaba. Lo mejor de todo es que según lo que tenía entendido no podía ser un adulto totalmente maduro, y eso era muchísimo mejor.

Su carne iba a ser tierna y deliciosa, suave y esponjosa, y su pelaje podría darle el abrigo más bonito y vistoso para la temporada.

¡Él iba a arrasar en esa temporada!

Total, ningún otro alfa podría proveer a los omegas con la piel de un animal tan poco común.

Él ya tenía un par de opciones pero como alfa tenía que pavonearse con los objetos de sus cazas para los omegas, ellos no iban a aceptar a un alfa que no pudiera obtener nada, que no pudiera protegerlos durante el invierno o que no pudiera simplemente proveerles la suficiente comida cuando encamaran por sus crías.

Los omegas decidían totalmente con quién querrían aparearse y aunque él era aparentemente un buen partido, solo por su posición dentro de la manada, no quería que eso opacara sus destrezas, había entrenado toda su vida, y no solamente para ser el siguiente líder, él se había dedicado a ser el mejor alfa siempre. Y aquél o aquella omega que lo eligiera como alfa iba a ser demasiado afortunada o afortunado porque él iba a dar cada onza de su vida para su pareja, para proveerle y para servirle, en conjunto con su servicio para la manada, por supuesto.

Pero su omega, por todo lo bueno en el universo, su omega iba a ser el omega mejor tratado en toda la tribu, su manada le brindaría respeto, amor y entrega solamente porque sería su pareja, pero ¿él? Maldita sea, él le iba a dar todo de sí porque su omega iba a ser su vida entera, su alma y su propia existencia.

¡Y tenía que proveerlo con lo mejor siempre!

Y absolutamente nada decía que era un omega importante como las pieles que lucía o las que llenaban su nido, los animales cazados por su alfa representaban la propia valía del alfa, lo importante y bueno que podía ser para su omega.

The Zone (ls)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora