Capítulo Veintiuno

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—Tas ir jūsu vārds? (¿Ese es tu nombre?) —Él cerró los ojos y se abrazó a sus rodillas.

Lo intentaré, por tí.

Estoy tan asustado.

Por favor, responde.

Hizo de esos pensamientos una letanía constante en el fondo de su cabeza, rogando que alguna respuesta apareciera.

Omega. —Soltó un gimoteo instantáneamente al escuchar el especial tono con el que el alfa le llamó.

Lo estaba mandando.

Manipulándolo.

Fijó la vista en la cara del alfa—, Jā. (Sí)

Respondió en una entonación temblorosa y baja, su voz apenas saliendo de él. Sintiendo la debilidad burbujearle en la piel.

Lo siguiente que pudo percibir fueron las manos del alfa agarrándole la cara, levantándosela y haciéndole mirar fijamente a los ojos ajenos, notó la mueca de felicidad pintar la cara del alfa al paso de los segundos.

—Jūs esat atcerējies! (¡Has recordado!) —Gritó contra su cara, el aire soplando en su rostro.

Él cerró los ojos y se echó hacia atrás, intentando soltarse del agarre de esas grandes manos. El alfa comenzó a hablar con gran entusiasmo, sacudiéndose y tocándole la cara y los brazos, zarandeándolo como si él fuera un niño.

No le fue fácil seguir el ritmo de las palabras, el pesar que le llenaba el alma no hizo que aquello fuera menos sencillo. Su cuerpo no tuvo la fuerza suficiente para alejarse del toque del alfa, de las manos exploradoras que deambularon por cada espacio de su dermis, tocando y repasando profusamente. De alguna manera había algo que le pedía que permitiera los toques, un sentir más allá de lo que él reconocía pidiendo por el tacto del hombre.

Reconocer qué era ese algo hizo que se le revolviera el estómago y se obligó a relajarse, a permitir que las manos le mancillaran la piel con toques lentos, que registró delicados y parsimoniosos.

Se dio cuenta que el alfa no le tocaba queriendo dañarlo y se tragó el malestar que amenazó con hacerle vomitar, contuvo las ganas de alejarse y cerró los ojos.

Por ti.

Se esforzó en no pensar en lo que estaba ocurriendo exteriormente, ni siquiera quiso comprender todo lo que el alfa estaba pronunciando, realmente no le interesaba demasiado. Aflojó el cuerpo y enfocó sus pensamientos en buscar a su pequeño zorrito, los primeros días lo había encontrado en lo profundo, una imagen borrosa y a la vez brillante del cuerpo echado y tristón del animal, sin embargo, al pasar los días la visión comenzó a mermar, desapareciendo poco a poco.

Trató con todo lo que se le ocurrió hacer que Mēness tomara más fuerza, cedió todo de él en cada meditación que hizo, casi impulsando al zorrito porque tomara el control de su cuerpo.

Nada funcionaba.

Y él se sentía como el mayor miserable al verlo desaparecer más a cada respiración.

Hasta que finalmente ese día había desaparecido totalmente.

Guardó la calma tanto como pudo, la desesperación e impotencia ganaron todo, fragmentando su ser para el final de la tarde. Rompiéndolo completamente.

Fue cuando el mayor instinto de él como omega floreció. Su cuerpo cayó en el tumulto de pieles que era el nido y chilló con necesidad pidiendo ayuda a su alfa.

The Zone (ls)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora