Capítulo 1

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Funeral
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El sonido de mi respiración era difícil de encontrar entre el bullicio del público, aún así intenté centrarme en su compás agobiante ignorando el eco de mis pensamientos.

El teclado del piano se sentía irreal bajo las yemas de mis dedos y la madera de los escenarios seguía siendo fría y áspera al ras de mis pies. Todo era diferente, habían pasado dos años desde su muerte y seguía ahí, recordándolo cada vez que tocaba un instrumento.

Ni las pancartas, ni las personas exclamando mi nombre eran capaces de llenar ese vacío.

Exhalé todo el aire que tenía retenido en mis pulmones, y con su liberación presioné las teclas frente a mí. Esa era mi pieza, la composición que hacía que sus recuerdos me abrazaran. 'Eros Seren' comenzaba con fa sostenido y su melodía nostálgica y melancólica sasiaba mi necesidad de él.

A mitad de la obra abrí los ojos, sintiendo después de mucho tiempo sus brazos a mi alrededor. Esos 4:35 minutos eran lo que me había permitido llorarle, sentirlo, lamentarme. Era mi pausa, el único momento en donde me permitía desperdiciar la vida que Eros se había esforzado tanto en proteger.

Así que liberaba el nudo de mis recuerdos y pensaba en él, dejaba que la corriente de la tristeza me guiara a donde más sintiera, aquel día de otoño, me llevaron a su funeral.

Fue un día gris. Había llovido durante toda la madrugada y el aire se sentía pesado. Parecía que Dios notaba que uno de sus desterrados había muerto.

"¿Ahora me odias también a mí?" - Pregunté a la nada, sentada sobre la cama en donde alguna vez dormimos juntos, en donde vivimos.

Sabía que Dios no respondería, la verdad no sabía mucho de él, pero sabía de mí, la mujer que mató al amor de su vida, que lo apuñaló por la espalda y que tan solo pudo ver como su cuerpo se desvanecía con el aire. Aquella tarde tapé mi boca con las manos para que los sollozos no abandonaran mi garganta, su ausencia se hacía cada vez más presente, ya no había nada a lo que aferrarme y estaba cayendo.

El murió por mí, en todos los sentidos posibles. En esa época, por las noches, lo único que podía ver eran sus ojos, mis pesadillas llevaban su nombre y mi llanto su esencia.

-"Annelise" - En cuanto Aran entró al cuarto subí mi palma extendida a la altura de mi rostro, en señal de que se detuviera. Si había algo que me dañara más que su muerte, era el daño que le había ocasionado en vida.

Él se detuvo a unos pasos de mí, y aunque no quería verlo el espejo frente a mí me dejaba el primer plano de la tristeza que albergaba su mirada - "Es hora" - Susurró antes de salir del cuarto.

Asentí para mí misma y me levanté de la cama. Antes de poder procesarlo estaba en el cementerio, enterrando un ataúd vacío.

Aran lo hacía por mí. Él suponía que necesitaba palpar y comprender que Eros no regresaría, pero yo no podía darle significado alguno a ese rectángulo de madera que descendía hacía la tierra.

Cuando murió mi abuela, me consolaba pensar en el cielo, en la "mejor vida" a la que pasaba. Y en lo profundo de mí sabía que estaba a salvo. Pero, ¿Eros a donde había ido?.

Jamás en mi vida había estado más convencida de la existencia de dios y de los angeles. Era tan real que me dolía, porque ese ser omnipotente al que recé por tantos años era el mismo que había castigado a Eros desde el comienzo de los tiempos.

Moriría ese mismo día de saber que estaría junto a Eros.

Moriría, pero esa inmortalidad que le había arrebatado a Eros era lo único que me quedaba de él.

Pero aún dolía, incluso a 1,722 kilometros de distancia y dos años después.

Había huido después de meses sin encontrarme, no podía seguir adelante cuando todos los lugares me recordaban a él. Y finalmente comenzaba a reconocerme en el espejo, en otra ciudad, con otras personas y otra vida.

Una vida que estaba a punto de volcarse en la demencia.

Este día, había despertado con los rayos de luz golpeandome la cara, preparado un desayuno digno de receta y hojeado un par de libros. Antes de la presentación me había tomado el tiempo para tomar una bebida en la cafetería frente al teatro y había ido a este con una caminata calmada. Tal vez no me habría presentado esta noche de saber lo que sucedería, pero debía ser así, de la misma manera en que lo ví por primera vez.

Su fragancia penetró mi olfato de manera colosal, tanto que ni mis recuerdos podían ser culpados de tal sensación. Al instante, los ojos tristes que tanto me esmeraba en ocultar abandonaron el piano y se transformaron en una incredulidad perdurable que se deslizó por el auditorio entero, asiento por asiento. Mis dedos comenzaron a temblar de tal manera que la melodía apenas flaqueó ante mi ansiedad. Podía notar la mirada desconcertada de los expectadores, pero cuando me topé con esos ojos negros...

Todo se acabó.

Bienvenidos a "Cenizas al amanecer"

Segunda entrega de TAMN.

Recuerden que las estrellitas y los comentarios me ayudan muchísimo.

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Cenizas al amanecer [Libro II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora