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Me despertó el sonido imparable de mi celular, al parecer alguien me estaba llamando desde antes de que despertara y al notar que no tenía respuesta de mi parte, decidió insistir.
Cuando me dispuse a levantarme me di cuenta que no podía hacer ningún tipo de movimiento, mi cuerpo estaba estático y no me respondía por más que hiciera un esfuerzo, después de un tiempo luchando conmigo misma pude a duras penas mover mi brazo derecho, mi mano temblaba a la hora de estirarla y cuando con un movimiento tembloroso logré agarrar mi celular vi la hora y faltaban tan solo veinte minutos para que Dante viniera a buscarme y justo en eso, me llamó.

-Hol...

-¿Por que no contestabas? ¿sucedió algo?- Dante me interrumpió al instante, se escuchaba preocupado y supongo que era por mi.

Tomé un tiempo para responderle, me costaba mover mi boca para lograr modular.

-Uhm, n-no puedo hablar, estoy...-boté un suspiro acompañado de sollozos, me costaba terminar de formular las respuestas- creo que la puerta principal está abierta-.

-Tranquila llegaré enseguida, porfavor espérame-.

Dante al parecer notó que algo andaba mal e intentó calmarme, y sin alcanzar a cortar caí rendida sobre el sofá, me sentía incapaz de moverme y solo acertaba a escuchar de forma lejana y casi inaudible como Dante me hablaba a través de la linea, pero no fui capaz de contestarle, tan solo enfoqué mi mirada en la puerta, esperando su llegada.

Sentí como acariciaban mis mejillas, ya no tenía frío y al mirar a mi alrededor noté que estaba acostada en mi cama con alguien a mi lado, abrí un poco más mis ojos de forma lenta y dolorosa puesto que me ardían debido a cuanto había llorado. Al lograr abrirlos lo suficiente vi que Dante estaba recostado encima de las sábanas a mi lado, mientras pasaba su mano izquierda de manera suave de arriba a abajo sobre una de mis mejillas, su tacto me tranquilizaba de una manera impresionante, me sentía como un niño al cual acurrucaban cuando tenía pesadillas y buscaba el consuelo de su madre.

-¿Como estás? Necesitas algo?- Me miró de una forma serena la cual me transmitía la tranquilidad que necesitaba en ese momento, dejó de acariciar mi pómulo para tomar de la mesa de noche un vaso con agua y una pastilla, una para dormir, supongo.

-Toma, bebe e intenta dormir otra vez, mañana será otro día-.

Me acercó el vaso pero no reaccioné, no tenía la voluntad para moverme, Dante cambió su expresión al ver que no tenía respuesta de mi parte, de la serenidad que antes se reflejaba en sus ojos ahora aparecía la lástima, sin embargo era lo suficientemente empático para entender mi situación y no hacerme sentir más débil e indefensa de lo que ya me encontraba.

Dispuesta a responderle, articulé como pude un simple -quédate conmigo, porfavor-. Y casi suplicándole que volviera a acariciarme, toqué su muñeca con una de mis manos, por lo que dejó el vaso y la pastilla en su lugar, volviendo a posar su mano sobre mi.

Mis emociones se mezclaban de tal manera dentro de mi que fue imposible no volver a llorar sobre mi almohada y con la mano de Dante sobre mi rostro, él -al notar que necesitaba afecto- posó delicadamente mi cabeza sobre sus piernas, dejando así a su vista mi rostro sobrepasado en emociones. Quería tan solo liberar todo el sentimiento que venía acumulando ya desde hace un tiempo, y Dante al parecer era la persona indicada para demostrarme débil, sentía que nada malo podía pasarme a su lado, me sentía tan segura y protegida que podría afirmar que si hubiera sido otra ocasión lo hubiera besado de la euforia que sentía.

Así pasó la hora hasta que comenzó a hablarme en un tono de voz bajo y de forma tranquila, no buscaba darme un sermón o buscar excusas del por qué estaba allí conmigo, él sabía que yo sabía sus razones y eso le bastaba.

-No sabes cuanto me duele verte así, te ves tan indefensa que me haces sentir responsable de cuidarte de todos, creo que hasta de ti misma- Comenzó a jugar con las puntas de mi cabello mientras yo solo buscaba las fuerzas necesarias para responderle, fuerzas las cuales no fui capaz de encontrar. Recordé lo débil que estaba y me sentí aún más vulnerable, aunque las palabras de Dante en cierta parte me reconfortaban, en otra me hacían sentir completamente dependiente de su persona, así como pasó con Raúl. Comencé a sollozar mientras balbuseaba e intentaba retener mi llanto.

Cambió el tema al ver como me afectaba saber que estaba en esa situación, por lo que guió la conversación hacia un lado un poco mas agradable.

-Te irás a vivir conmigo, y quiero que sepas que no te es una pregunta, es una orden- Pausó el juego que había creado con sus dedos entre mi cabello dejando así nuestros rostros de frente y ambos pares de ojos conectados. Me avergonzó el hecho de que me viera en ese estado, con los ojos completamente hinchados, mis labios secos y con mi nariz llena de mocos a medio colgar, Dante no es el tipo de hombre que en esas situaciones te diría que sigues hermosa por que hasta él sabría que es miente, en cambio, buscaría decirte algo que quieres escuchar para poder hacerte sentirte mejor.

-¿En que piensas? Te perdiste en mi mirada- Ladeó un poco su rostro hacia la izquierda y puso una cara de incredulidad mientras recorría mi rostro con una expresión de tranquilidad en sus ojos, como cuando los niños hacen una pregunta y esperan atentos tu respuesta para enseguida bombardearte con mil preguntas más.

-En ti-.

Soltó una leve sonrisa y luego de forma suave y complaciente besó mi frente, se reclinó nuevamente para mirarme desde arriba y con un -Me quedaré a tu lado- se acomodó debajo de las sábanas quedando junto a mi, pasó su brazo derecho por debajo de mi cabeza dejandome sobre su pecho, permitiéndome y dándome el honor de poder sentir latir su corazón. Sus pulsaciones eran tan serenas que hasta parecían seguir un ritmo armonioso, teniendo así la oportunidad de conocer por primera el melódico palpitar del corazón de Dante.

Apagó la luz de la lámpara de la mesita de noche, dando paso a la luz tenue que se colaba por la cortina de la ventana del cuarto, una luz tan insignificante que no intervenía en la labor de Dante, hacerme dormir. Y así sin más en la habitación se escuchaba casi de forma inaudible  nuestras respiraciones serenas, mis sollozos ya habían cesado y de vez en cuando soltaba un suspiro. Me había olvidado por un momento de todas las emociones de ese día, concentrándome ahora tan solo en el ritmo cardiaco de mi compañero, y, perdida en su ritmo pasivo, me dormí.

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