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Estaba caminando a casa mientras sentía que perdía lo poco de fuerza que me quedaba por un arduo día de trabajo. Llamé a Raúl a ver si estaba en casa pero como siempre su celular estaba apagado, por lo que mi buzón de voz constó en "Espero que me tengas algo preparado, muero de hambre, estoy llegando a casa" .

Me llamo Medea y tengo 23 años, vivo junto a Raúl el cual es mi pareja desde hace ya 3 años.

Cuando estaba llegando divisé un auto estacionado afuera, era un deportivo, y apoyado en la puerta del piloto se encontraba Dante (un amigo que tenemos en común con Raúl). Cuando me vio llegar me saludó y lo invité inmediatamente a entrar. Apenas abrí la puerta principal mis fosas nasales se vieron invadidas por el olor pesado del cigarrillo, al entrar a la habitación estaban todas las luces apagadas y sólo el televisor iluminaba la sala, al mirar el sofá vi que Raúl estaba tirado en el suelo junto a unas latas de cerveza, desconcertada y avergonzada le pedí disculpas adelantadas a Dante, el cual aparentemente no le tomó importancia.

-Conozco a Raúl, sé perfectamente como es así que pierde cuidado-.

Me adelanté prendiendo cada luz del comedor y hechando uno que otro improperio por tal vergüenza, claramente Raúl no se había tomado la mínima molestia de prepararme la cena y a decir verdad ahora tampoco tenía ánimos ni mucho menos apetito para prepararme algo.

Entre tanto silencio Dante empezó a entablar conversaciones conmigo mientras yo ordenaba e intentaba despertar a Raúl, me preguntó cosas sobre mi fin de semana ya que no nos veíamos del viernes, conversamos un rato sobre banalidades de la vida y ya dispuesta a saber su repentina visita, solté la pregunta.

-Por qué una visita nocturna tan inesperada como ésta Dante?-.Sinceramente no estamos acostumbrados a recibir visitas, mucho menos ahora que Raúl está sin trabajo.

-Solo quería saber cómo se encontraban, sé el estado de Raúl y como tratas de ayudarlo, venía tan solo a ver cómo estabas-.

Desde hace meses ya venía teniendo problemas con Raúl. Al principio de nuestro noviazgo me di cuenta que tenía problemas con el alcohol pero lo pasé por alto, excusando que probablemente era debido a la mala relación que lleva con sus padres, luego perdió su trabajo a causa de esta misma adicción y ahora por "comodidad" prefiere estar en casa.

Dante es un muy buen amigo de Raúl, pero su cercanía para él no significa aguantar sus "estupideces y problemas de mediana edad", él ama a Raúl, pero me hace saber que esta situación está sobrepasando todos los límites.

-No te juzgaré si lo dejas, es más, hasta yo lo haría, pero por lo que veo aún eres lo suficientemente fuerte para querer seguir dándole tu apoyo- Sus palabras son duras y se sienten como si en vez de estar alagándome y dándome ánimos me estuviera tratando de idiota, pero lo entiendo ya que después de todo también siento eso de mi misma ¿cómo soy capaz de seguir sobre llevando esta situación?.

-Deberías darte cuenta que no dejaré a Raúl, admito que estoy cegada de amor y solo quiero ayudarlo, siento que me necesita, además -hice una pausa para enfocar mi mirada en Dante mientras él se encontraba a una orilla del sofá recogiendo colillas- todos cometemos errores- Traté de excusar la falta de conciencia de Raúl, a pesar de saber que  él ya no piensa tanto en los otros, si no en su entera comodidad lograda gracias a mi.

-Pero tratamos de cambiarlos ¿no? Raúl te hace daño y solo se aprovecha de ti, date cuenta que tan solo te ocupa como un medio para liberarse de gastos, cuidados y todo lo que una persona mayor independizada debería tener para sostenerse a sí mismo.

Dante se levantó del lugar en donde estaba y acercándose un poco más se sentó frente a mi, tomó una de las latas que aún no eran abiertas, sacó la chapa de la cerveza y tomó un trago, nos miramos fijamente durante unos segundos y procedió a hablar.

-Nunca me cansaré de decirte esto, pero estoy enamorado de ti -Tomó otro sorbo y prosiguió- tal vez no sea lo que esperas en un hombre o estás demasiado preocupada amando ya a uno, pero te daría mejor vida que vivir atada a alguien que no te valora.

En un intento fallido intenté no sonrojarme, Dante notó lo colorado de mis mejillas y rió de forma ligera, mientras tanto -como todas las otras veces que dijo que me amaba- no supe qué contestar, ¿debería decirle que se vaya? ¿que dejemos el tema para otro día?, mis manos temblaban y no sabía en donde posar mi vista que no fuera en el hombre -que más que hombre parece Dios- que estaba frente a mi, su figura me había atrapado completamente y al parecer mi conciencia no quería escapar, pero un  repentino ronquido de Raúl me sacó de mi trance.

-¿Quieres otra cerveza?-Noté que su lata estaba vacía y que cada vez que miraba mis ojos apretaba el recipiente en un intento quizás de guardar sus palabras o -más probablemente- intentando no explotar de la ira que sentía debido a que mi respuesta evadía la suya.

-No trates de cambiar el tema, si no te importa ya dímelo, créeme que no podría dolerme más de lo que ya me duele cada día. -Botó la lata en la bolsa donde se encontraban las colillas que había recogido.

Me quedé en silencio esperando que dijera que se iba, que tenía algo que hacer o que inventara una simple excusa para huir. Hablando de manera muy sincera no puedo ni quiero hacerle daño, por lo que prefiero que entienda lo que significa mi silencio y se aleje por su propio bien; Después de un rato de silencio incómodo y miradas perdidas, entendió el mensaje.

-Entiendo lo que quieres decir sin hablar, ya me acostumbré a que te quedes sin decir nada -Desvió su mirada de mí, posando así su vista sobre su amigo-, pero esperaré lo que sea necesario.

Tomó su maletín junto con su chaqueta, y como quien huye de su dolor se despidió con un frío "Nos vemos".

Abrió la puerta y se largó rápidamente, al momento en que escuché arrancar su auto, me levanté del piso y fui a dejar las bolsas al basurero. Ordené y recogí lo último que quedaba en el suelo en la sala principal y me dirigí a acostarme al lado de Raúl, quien sin saber lo que pasaba a su alrededor, seguía durmiendo de forma placentera.

Lo miré durante un rato intentado saber que pasaba dentro de mi, segura de mis sentimientos pero confundida entre mis pensamientos le hablé, intentando quizás encontrar alguna respuesta al escucharme a mi misma hablar.

-Espero entiendas que no aguantaré por mucho-.

Y de forma ilusa y sabiendo que era en vano esperé una respuesta de su parte, como si magicamente supiera todo lo que sentía y estuviera interesado en lo que me pasaba.

-Te amo, pero no creo que mi venda siga resistiendo mucho- Comencé a llorar de forma silenciosa y negándo la idea de que Raúl no me amaba- espero y quiero que cambies para que me demuestres que soy para ti.

Luego de ese fracasado plan de intentar entenderme, me di vuelta y cerré los ojos mientras me acurrucaba como podía en el sillón.
Estuve mucho tiempo pensando sobre todo lo que pasaba a medida que mis lágrimas seguían el camino que las gotas anteriores ya habían formado; la figura de Dante se me venía a la cabeza de forma repentina, y como si quisiera hacerme saber que pensaba en mi, se quedaba rondando entre mis pensamientos mientras recordaba los momentos que he compartido con él.

Sacudí un poco mi cabeza y logrando deshacerme de mis inquietudes y de la silueta del Adonis, logré por fin conciliar el sueño, quedando así rendida sobre un mar de preguntas.

ADONISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora