Tercera parte

16 2 2
                                    

Unos meses más tarde perdimos el juicio. Mi padre había salido ileso tras el asesinato de mi madre. Yo seguía viviendo con el miedo constante.

¿Sería capaz mi padre de venir a por mí? No quería pensar en ello, pero no podía evitarlo. Más de una vez tuve que salir corriendo porque me iban persiguiendo por la calle. En el miserable trabajo que tenía en aquel bar del barrio, nos pagaban menos a las camareras que a los camareros. ¿Saben que decía el jefe cada vez que le reclamábamos? Qué éramos mujeres y que no hacíamos trabajos de carga y descarga como hacían ellos.

Pero estas cosas, no son nada. Lo que realmente me hizo empezar a luchar es algo totalmente diferente y atroz.

¿Os acordáis de la chica de pelo corto de mi escuela? Llevaba años sin verla. Bueno pues la encontré casi muerta en un callejón. Con sus últimas palabras me explicó que la habían arrinconado tres hombres. Ellos al ver que no podían retenerla decidieron matarla.

La ambulancia no llegó a tiempo. Y allí estaba yo, con el cuerpo sin vida de la que fue mi única amiga entre mis brazos. ¿Le hubiera pasado esto si no hubiese nacido mujer? Probablemente no.

Había leído en internet que en otros sitios del país hacían algo llamado el 8M. Un movimiento de mujeres y hombres luchando por los derechos de ellas. Decidí que ya era hora de que eso comenzara aquí también. Hice folletos, carteles, incluso una página web. Los pegué por todo el pueblo. ¿Tendría que haber alguien más que pensara como yo no? 

Me llevé meses esperando respuestas, pero nunca nadie decidió unirse.

Sin embargo, un día una vecina llamó a mi puerta. Hacía años que no hablaba con ella. Venía llorando y muy alterada. Su exmarido había entrado en su casa la noche anterior mientras ella trabajaba y mató a su hija de ocho años la cuál estaba con la niñera. Esta se encontraba en el hospital gravemente herida. Él dejó una nota diciento:

"no tienes derecho a cuidar de ella"

Esta mujer quería venganza, venganza por su pequeña. Así que ella fue la primera persona en unirse a mí. Entre las dos fuimos por las casas predicando nuestro movimiento. Se unieron mujeres discriminadas, otras que apoyaban la causa y pensaban igual, otras se unieron para vengar familiares que habían sufrido por ello. Incluso un par de hombres se apuntaron a la causa. Planeamos todo con tiempo. Sabíamos que no nos iban a dejar hacerlo si pedíamos permiso. Así que lo hicimos por nuestras cuenta.

Sí hubiésemos sido tres, hubiera sido más difícil. Pero éramos casi todo el pueblo, por lo que no podrían detenernos tan fácilmente.

Ahí estábamos, ese 8 de marzo, todas y todos unidos para reclamas nuestros derechos. No unos derechos cualquiera no, sino los derechos de la mujer. Aquellos que se nos habían negado por tantos años. 

Queríamos igualdad, justicia... Queríamos que nos reconocieran. Queríamos que nos pagaran por igual haciendo el mismo trabajo. Queríamos poder estudiar lo que quisiéramos sin ser llamaran marimachos o estuviera mal visto. Queríamos equipos en los deportes. Qué si nos acosaban a una se hiciera justicia. Qué si mataban a una se cumpliese la ley.

Y así íbamos gritando por las calles. Las que no podían asistir nos animaban desde los balcones y la que conseguía escaparse se unía a medio camino. Y así llegamos al ayuntamiento, donde el alcalde nos esperaba con una sonrisa pícara.

Nos colocamos alrededor del establecimiento, tal y como habíamos planeado. Cada uno con sus pancartas y sus camisetas, vestidos y pantalones morados.

Me abrieron paso y fui a hablar yo. Ya no podía echarme a atrás después de todo lo que había ocurrido. Subí las escaleras y dije bien alto y con orgullo:

- Yo soy Venus Torres. Y vengo a reclamar lo que me merezco.


Una lucha inacabadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora