20. Que inicie el juego

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20. Que inicie el juego

Lourdes

—¡Regresé! —grité, cerrando la puerta detrás de mí.

Nadie respondió. Las luces de la entrada estaban apagadas, y arriba no se oía movimiento. Como pude, subí las escaleras con mi maleta, mis dos bolsos y mi mochila (creo que si había exagerado un poco con la cantidad de cosas que llevé). La puerta de mis padres estaba cerrada.

Dejé todo tirado en la entrada de mi habitación. Zari había estado ahí, porque estaba demasiado limpio para ser mi cuarto. Revisé la habitación de mi hermana, solo por las dudas, porque sabía que ella estaba en la cafetería. Tenía planeado almorzar algo en la cocina, porque necesitaba comida y pensar, y sin comida no podía pensar bien. Pero antes de bajar, hice una parada técnica frente a la puerta de Jeremy, ya que estaba entreabierta.

Sus muebles seguían allí, solo que desde que se había ido las paredes eran frías y no tenían más posters de bandas raras, tampoco había camisetas tiradas o la mezcla de los aromas de velas de vainilla, peste a tabaco... y quien sabe que más. Hacia semanas que sus cosas no estaban, pero había algo nuevo. Un par de zapatos negros a un lado de la cama, y dos camisetas deportivas bien dobladas en el escritorio. Eran de mi padre.

Siendo una completa metiche abrí el armario y ahí estaba toda la ropa de mi padre. Genial, en tres días habían vuelto a discutir sabe Dios cuantas veces y mi padre terminó yendo a parar al ex cuarto de mi hermano. Abandoné el lugar de un portazo.

Mientras almorzaba, enojada con mi madre porque apostaba que fue ella quien corrió a mi papá, y estresada con el idiota de Tristán, llegó mi madre de trabajar y tuve que recurrir a encerrarme en mi fortaleza.

Gracias a que Talita se la pasó todo el viaje en autobús gritándome a la cara que Tristán me había besado, ya sabía que no era solo un delirio mío, porque luego de que cerró la puerta creí que ya estaba lista para ir al manicomio por imaginar tales cosas. Lo que no sabía, era que me iba a dar más miedo que haya sido real a que haya sido cosa de mi cabeza.

Pasé la tarde intentando convencerme de que seguro él cometió un error, pero los mensajes de voz de Talita (todavía gritando) me llevaban a pensar lo contrario.

¿Qué razones tendría para querer besarme?

¿Qué tengo para interesarle?

Lo que más me aterraba era que me dijera que se había equivocado... Una parte de mi quería creerlo, pero sabía que si lo escuchaba terminaría decepcionándome. Tampoco quería ser yo la que decidiera hablar primero y llegar a cometer un error. Si él no sentía lo mismo iba a quedar como una idiota y todo se volvería incomodo.

Todo estaba bastante bien, había decidido dejar que las cosas fluyan porque no había manera de que pudiera gustarle a Robin como él me estaba gustando, pero llega y se despide de esa manera tan inesperada y estúpida. El muy tarado me desconectó los pocos cables que quedaban en mi pobre cabecita.

En todo el día no pude pensar con claridad, y ver que estaba en línea y no me escribía ni siquiera para aclarar lo que hizo, no me dejaba más tranquila.

A la mañana siguiente, mientras intentaba pararme de la cama, al fin recibí un texto de Tristán. Quería hablar. Y yo ya me estaba arrepintiendo de haber dicho que sí.

🔥🔥🔥

—¿Y hoy que te pasa? —mi hermana bajó el volumen del radio, sin sacar la vista de la calle.

—Nada...

Mientras Zari conducía, yo iba golpeando las uñas contra una de las carpetas de mi hermana que descansaba sobre mis muslos.

Fireproof [Proof 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora