17. 🐚Anillo🐚

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No llegaron a tiempo a casa de Armin, para cuando llegaron al pórtico de la casa ya ambos estaban empapados, y un poco agitados por las constantes carreras que habían estado haciendo por la calle. Annie tuvo que admitir que no fue su mejor idea, pero había sido muy divertido y no se arrepentía de haber orillado a Armin a perseguirla y huir cada que tocaba el timbre de una casa desconocida. La última vez que hizo algo tan infantil fue a los once años con Pieck cuando aún vivía en Liberio. Fue lindo volver a comportarse como una niña. 

—¿Por qué tardas tanto? —le cuestionó con impaciencia cuando él tardó más de la cuenta rebuscando en su mochila. 

Él le dio una rápida mirada de soslayo, divertido por cómo ella fingía estar saliendo de sus casillas. 

—Paciencia, Annie... 

Finalmente encontró las llaves y abrió la puerta. Annie entró sin ninguna invitación, pero no es cómo sí la necesitara. Pronto ambos chicos se habían refugiado en el interior del hogar de la familia Arlert, a salvo de la lluvia. Sin embargo, Annie no pudo ignorar el charco de agua que se había formado bajo ellos. 

—Carajo... —Dijo entre dientes, quedándose inmóvil junto a la entrada como un acto reflejo. 

Armin no tardó en percatarse de lo mismo, pero él no tuvo ningún inconveniente en ir de un lugar a otro a través de la casa, a pesar del rastro de agua que iba dejando. Le pareció contradictorio, porque se encargó de poner rápidamente envases y tazas para retener las goteras, pero no sé hacía cargo de su propio desastre. Dios, era tan desastroso. 

—¡Que conste que no te ayudaré a limpiar, eh! 

Ante la burla de Annie por su descuido, rodó los ojos, pero pronto volvió a su lado, indicándole con la cabeza que le siguiera. Annie sabía que estaba pretendiendo, y sin darle mucho preámbulo ambos fueron al segundo piso y entraron en el baño, tirando sus mochilas en el piso y dándose un divertido vistazo en el espejo. Si, en definitiva estaba mojada por completo, ambos lo estaban. 

Él se quitó las medias y los zapatos ante la atenta mirada de ella. 

—Traeré algo de ropa. —Avisó, pasando una mano por su cabello y tirando los mechones que normalmente caían por su frente hacia atrás. A Annie le costó pasar saliva—, ya vuelvo... 

Asintió con torpeza y no le importó. Al parecer las hormonas empezaban a hacer su trabajo y ¿qué más da? No sería pecado confesar que su novio —sí así le puede llamar—, era demasiado atractivo. No podía mentirse a sí misma, ella siempre lo vio más guapo que el resto de papanatas con los que estudiaba, aunque no hubiera reparado en ese detalle hasta poco después de que sus encuentros esporádicos comenzaran, antes puede que sólo ignorara lo mucho que llamaba su atención porque no era algo con relevancia. 

Expromió su cabello utilizando una toalla que encontró, intentando secarlo y peinarlo un poco con sus dedos. Logró aplacarlo justo a tiempo para que Armin volviera al baño, ambos compartieron una pequeña sonrisa, y el chico ingresó en la pequeña habitación, entregándole una camiseta holgada y que, por su tamaño, Annie dedujo le llegaría a la mitad de los muslos. Su única preocupación fue notar que sus mangas no eran lo suficiente largas. 

—Oye Armin... —Él la observó con atención. Estaba por darle la espalda cuando ella interrumpió. 

Intentó decir algo, pero la vergüenza se lo impidió, por lo que su boca no hizo más que moverse sin articular palabras. Él malentendió eso, parpadeando rápidamente. 

—Descuida, ya saldré del baño, no iba a ver nada, lamento sí...-

—No, no es eso, tranquilo, no me molesta que tú... Te cambies... Quiero decir, que te cambies la ropa conmigo aquí. —Declaró, y debió admitir que el sonrojo en los dos no era ni medianamente normal. Annie se sintió presionada a añadir algo más:—, aunque sí te incomoda, no tengo ningún problema en que nos cambiemos por separado... 

Ocean Eyes | AruannieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora