Abril se había puesto celosa de Gibran, súper celosa aunque no lo quisiera admitir. Esa chica era un mar profundo y misterioso de celos, aunque no lo quisiera aceptar, yo lo sabia. Siempre decía que pasaba más tiempo con Gibran que con ella y yo siempre lo negaba, pero era verdad.
Si, era como, violar la regla numero uno de mejores amigas: "nunca cambies a tu mejor amiga por algún chico" y me sentía mal por eso. Yo amaba a Abril muchísimo, ella era mi mejor amiga desde niñas, mi casi hermana, mi pedazo de siamés separado al nacer y siempre lo sería, siempre iba a ser mi mejor amiga –o, bueno, hasta que esos meses terminaran– ella siempre me apoyaba en todo y era una estupenda amiga, la mejor de todas. Pero con el tema de la lista era completamente diferente, de hecho ella ya lo había olvidado. Pero Gibran era simplemente sorprendente, él no solo me apoyaba con la lista sino que me exigía casi todos los días que cumpliera algún punto.
Y aunque tenia apenas unas cuantas semanas de conocerlo, realmente parecía mi amigo de toda la vida, le había tomado muchísima confianza. No había un solo segundo que no sonriera cuando estaba con él, no había un momento de silencio incomodo cuando estábamos juntos. Hablábamos todo el tiempo y nos callábamos cuando debíamos de callar, y no se sentía mal, no me volvía loca pensando en algún tema para hablar rápidamente y deshacer el horrible nudo del silencio, solo me quedaba tranquilamente callada viéndolo a los ojos y sonriendo porque sabia que aunque no estábamos diciendo nada, el solo hecho de estar juntos ya era algo importante, ya se sentía bien.
—Vamos, solo acepta que te gusta —insistió Abril. Estábamos acostadas en mi cama, yo tenía mi cabeza recostada en sus piernas y ella estaba recargada en el respaldo de la cama.
—No me gusta —renegué una vez más— es guapo y divertido y genial y todo eso. Pero no... Ya sabes que no me puede gustar nadie y yo no quiero que nadie me guste
—¿No entiendes aun? No puedes evitar que te guste —abrí el esmalte rojo y empece a pintar las uñas de su mano izquierda, decidida a ignorar un poquito el tema.—El chico es perfecto para ti
—Si lo es —suspiré— pero no me puede gustar, aparte, hace días me contó que le gustaba una estúpida tipa de Londres
—¿En serio? ¿Te contó como es ella? —me preguntó asombrada. Terminé con esa mano y tome la derecha.
—Ya sabes, alta, delgada, rubia, ojos azules, linda y dulce, toda una señorita perfección —contesté con los dientes apretados. Ella era todo lo que yo no era y que jamas sería. Era todo lo opuesto a mí.
Era mas que obvio que a él le gustaría alguien así. ¿O que, acaso estaba esperando que se enamorara de mi, la chica bajita, la chica graciosa, la chica rara, la chica torpe que nunca dice nada serio, que no sirve nisiquiera para cumplir sus estúpidos sueños? Pues no, obviamente no iba a pasar jamas. Nadie nunca se enamora de chicas así.
—Agh, que común —se quejó ella. —Pensé que él tendría mejor gusto.
—De seguro la chica es hermosa —murmuré más para mi misma que para ella. Estaba toda tensa y enojada, estaba lista para golpear a alguien, se podría decir que el tema no me agradaba del todo. Mi celular vibró en la cama, cerré el esmalte y tomé el celular. Era Gibran.
—Hola —contesté con una sonrisa. Me senté rápidamente y arreglé mi cabello como si él lo fuera a ver.
—Hola ¿Como le va hoy, señorita? —me preguntó con su hermoso acento que por teléfono se escuchaba aun mas sexy. Reí suavemente.
—Muy bien, señor ¿A que debo su adorable llamada? —traté de hacer un acento como el suyo pero supongo que no me salió porque él empezó a reír.