—Espero que te gusten, Gibran. Provecho.
—Gracias —contestamos los dos otra vez al mismo tiempo, como robots o algo. Ella fue a atender otra mesa con su usual sonrisa cálida. Suspiré perdida viendo mi plato.
Se veía tan delicioso que no podía esperar a comerlo como un cerdo apetitoso que llevaba un mes sin comer nada. Pero no podía ¿Y si Gibran pensaba que era una asquerosa para comer? No comía exactamente cómo una señorita. Comía cómo macho o peor. Lo acepto. Él seguramente estaba acostumbrado a las damitas perfectas que comían como princesas, pura lechuga con zanahoria sin nada de carbohidratos y yo estaba apunto de tragarme dos wafles grandotes. Tomé mi tenedor con inseguridad y partí un pequeño pedazo de wafle. Lo miré antes de llevarme el tenedor a mi boca. Se veía tan lindo comiendo. —¿Está rico? —le pregunté con una sonrisa involuntaria. Él me miró contento, con la boca llena.
—lo mas rico que he probado en toda mi vida —confesó tragando. ¿Por que demonios es tan lindo y encantador? ¿Así son todos los chicos en Londres, o solo él? ¿Todas las chicas moribundas conocen chicos perfectos en su lecho de muerte, o solo yo?
Si, si, no lo conocía casi nada pero era perfecto; nadie podía negar eso. Todo de él era perfecto, sus ojos, su boca, su acento, su personalidad, su risa, los hoyuelos que se formaban en sus mejillas cuando sonreía.
Como desearía que esto fuera una cita de verdad. Que Gibran me dijera que le gusto, que soy bonita y que me besara; que me pidiera ser su novia y así poder disfrutar juntos todo lo que me queda de vida.Pero sabía muy bien que eso era imposible. Eso solo pasaba en las películas. La historia de mi vida, la frase que todos me repetían hasta el cansancio: "Eider, eso solo pasa en las películas" Eso solo le pasaba a las chicas bonitas con mucha suerte que todo siempre les sale bien, no importa que cosa hagan, todo les sale bien a las perras esas. Yo, al contrario, era fea con mala suerte y siempre me pasaba lo peor, siempre, siempre. Siempre me golpeaba con cosas, siempre me estaba cayendo. Yo era muy torpe, quizás demasiado. No era bonito ser torpe, a ningún chico le gustaba eso. Y mucho menos a uno de Londres y tan perfecto como él.
Quise ignorar esos pensamientos pesimistas el resto del desayuno. De verdad era muy agradable pasar el rato con Gibran, el chico no era nada aburrido, siempre estaba sacando bromas; a veces la vergüenza se me iba y hablaba con él como si fuera mi amigo de toda la vida.Se me paso el tiempo volando. Ni siquiera sentí que nos fuimos de la choza escondida y que nos dirigimos al parque de diversiones hasta que estábamos en la entrada de este.
—¿Te dan miedo todos los juegos o solo la montaña rusa?—me preguntó entregándole los boletos al muchacho de la entrada. El tipo los rompió a la mitad y nos dejo pasar. Tomé aire.
—Solo la montaña rusa —admití. Nos quedamos mirando "El destructor", la montaña rusa mas grande del estado. El nombre lo decía todo, esa cosa te podía destruir algo, los huesos, por ejemplo. El grito de una chica en ahí arriba resonó en todo el lugar. —¿Ves? ¿Te das cuenta por que me da miedo? Esa pobre chica esta horrorizada.
—No. Ella esta gritando de placer. —dijo y se cayó al instante. Yo solo sonreí.—no mal pienses
—No mal pensé —me defendí pareciendo ofendida— Está clarísimo que ella esta teniendo un orgasmo en la montaña rusa.— Reímos. Diablos, su risa era contagiosa.
Me tomó la mano como si nada, como si no nos acabáramos de conocer el día anterior y me deslizó hacia un lugar. No pude ver hacia donde, estaba demasiado ocupada gritando de la felicidad mentalmente. ¡Me está tomando la mano! Ay dios, ojalá no me sude, ohhh, su mano suavecita está tocando la mía. Esto se siente tan bien.
—Esto te va a encantar —murmuró. Pero yo tenia la mente totalmente bloqueada, ni siquiera sabia porque había dicho eso. ¿Que me encantaría? ¿Acaso me daría un beso? Porque eso si que me encantaría. Claro que si.