El viento golpeaba su cara mientras se llevaba el humo de su cigarrillo. Miraba la forma en la que la luna desaparecía momentáneamente por la nublada noche, algunas estrellas se dejaban ver de vez en cuando, pero eran momentos fugaces por la velocidad sorprendente en la que las nubes pasaban.

Le encantaba la vista que tenía desde el balcón de su hogar, dejando ver una gran parte de la iluminada ciudad, lo único que no le gustaba era que no podía apreciar las estrellas apropiadamente por la gran iluminación de la ciudad. Tomó una calada del cigarrillo soltando lentamente el humo observando nuevamente como desaparecía al ser soplado por el viento. Su mente estaba completamente despejada esa noche hace mucho no se sentía tan relajado aún cuando su vida era tranquila y placentera.

Sus pensamientos pasaron de ser sobre lo hermosa que era la noche al sueño extrañamente... ¿Placentero? ¿Satisfactorio? no encontraba la palabra fija para describir lo que sintió esa noche. La voz aterciopelada de Taeyong le hacía sentir mil cosas dentro de sí, la forma en la que su mano agarró la suya y como bailaron era una clara invitación al cielo… definitivamente no.

Como le hablaba y tomaba su cuerpo era una invitación a caer en el pecado con el, Taeyong quería que pecara por su culpa y que fuera con él, la mirada que le dio causó cosas en él, un sueño con un desconocido causó cosas en él. Cuando despertó felicitó a su subconsciente por crear un sueño tan lúcido siendo ese, uno de los más sensuales que ha tenido.

Doyoung como cualquier ser humano ha tenido sueños húmedos, después de todo él también tiene necesidades, pero aun cuando este no tuvo nada de connotación sexual o erótico le hizo sentir como si hubiera tenido una clase de orgasmo. Le gustaba.  

Iba a tomar una calada nuevamente cuando sintió como el cigarrillo era quitado de sus dedos y unos brazos se enroscaron en su cintura.

── Te dije que aunque esta sea tu casa no fumes, el olor es molesto de── escucho la voz de su mejor amigo viendo como apagaba el cigarro y lo tiraba a la basura. Un pequeño puchero se instaló en sus labios, era el último que le quedaba y era muy tarde como para ir a comprar otra cajetilla.

— Teeeen, ese era el último — el otro rodó los ojos y le dijo que entrara nuevamente a la casa.

Doyoung siguió al tailandés y se sentó en el sofá donde Jeno veía una película con tranquilidad, sintió como el menor recargo su cabeza en su hombro y empezó a acariciarle sus sedosos cabellos con calma en espera que se acabara lo que se reproducía en la televisión.

Ten los veía desde la cocina donde terminaba de lavar los platos en los que comieron la cena. Admiraba mucho a Doyoung, lo veía como una representación de lo que era fuerza, siendo que era una persona tan rota, pero aun así seguía siendo el mismo ángel que le dio un hogar cuando todo se le fue encima.

Su mirada pasó a Jeno, el pobre apenas estaba en su primer año de universidad y no entendía cómo a tan corta edad te podían pasar tantas cosas malas.

Sus padres eran la definición de insensibles, echaron al menor de su casa luego de que descubrieran algunas cosas sobre su hijo, que al final no eran nada graves pero ellos siendo unos neandertales si lo vieron como algo muy trascendental. Él siempre había sido el hijo ejemplar, atento, educado y amable con todos, pensó que al declararse asexual y homosexual no tendrían ningún problema, ya que eso no cambiaría su personalidad ni acciones hacía los demás... Cómo se equivocó.

No toleraron la homosexualidad de su hijo y no les tembló la mano para darle unas cachetadas y dejarlo fuera de su casa y de sus vidas. Pero a pesar de eso el rechazo no fue lo más grave para él, sino el que lo privaran de su educación siendo que ya iba a entrar en la universidad y no tenía ni siquiera como pagar la matrícula.

𝗔𝗱𝗱𝗶𝗰𝘁𝗲𝗱Donde viven las historias. Descúbrelo ahora