𝗢𝗻𝗲 𝗦𝗵𝗼𝘁𝘀 || 𝐋𝐞𝐯𝐢 𝐀𝐜𝐤𝐞𝐫𝐦𝐚𝐧

「 04: Flores 」

Aclaración: [AU SGM]

Número de palabras: 1319

Narrado en: Primera persona / tercera persona

Advertencia: Ninguna

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Flores:

Mayo de 1944.

Hoy es el primer aniversario.

El cielo parece comprender mi dolor, pues está pintado de grises pálidos y el sol se oculta entre las nubes, cenagoso de la situación.

Tu madre me acompaña. El vestido negro que porta la hace ver tan elegante que desearía que lo utilizase en alguna fiesta o evento alegre, no en una visita al cementerio. Aunque el negro tampoco es un color alegre, pero  de cualquier forma es mejor que esto.

El dolor que cargo conmigo, que cada vez pesa más, hace que me sea imposible levantar la mirada. No quiero ver a ninguna de las personas que están alrededor de tu lápida.

Las miradas lánguidas de todos nos reciben apenas llegamos al círculo de gente. Algunos se acercan a darnos el pésame, tu madre ha echado a llorar apenas y le dijeron “Es una lástima, tan joven que era y con un futuro por delante.”

Maldita gente, malditos todos. ¿No se dan cuenta de que eso no ayuda en nada? Me lastima verla en ese estado. La bella sonrisa que siempre suele mostrar, parece no tener cupe en su rostro, sus ojos mantienen la vista clavada en el suelo, las lágrimas se resbalan de sus pestañas a sus mejillas, y terminan su recorrido en el pasto.

Yo me escondo, oculto en el ramillete mi pena, por favor, que nadie la vea. Que se distraigan viendo el triste color del cielo, no a mi. Por favor, no a mi.

El padre ha empezado la ceremonia, ha estado hablando sobre el reino de Dios y ha afirmando que de seguro tú estás feliz allí. Como si conociera lo escéptico que eres en cuanto a la religión. Muchos otros han dedicado unas palabras. Todos y cada uno de ellos hablando de lo buena persona que fuiste en vida, todos hipócritas, si hace no mucho te llamaban idiota por haber aceptado la propuesta de reclutamiento militar.

Tu madre ha dejado de llorar, ahora sólo gimotea por lo bajo. Yo la acobijo con mis brazos, y es una tortura oír cómo su corazón late sin ganas, sin deseos de estar aquí.

Ahora soy yo quien llora... y a mis lágrimas las retienen los pétalos de peonias que cargo conmigo.

De nada nos sirve poner caras largas. De nada sirven las lágrimas que derramamos. Eso te molestaría y no es justo para ti que lo hagamos. Sin embargo, no puedo evitarlo. Cada “Mucho ánimo, lo siento mucho” que recibo, es como un golpe al corazón, como si me clavaran una estaca en el pecho. ¿Cómo llegamos a esto? Si parece que a penas fue ayer que nos despedíamos de ti y que te fuimos a dejar hasta la estación de tren, ignorantes del futuro que te esperaba. ¿Cómo es que ahora estamos rodeadas de gente vestida de negro, que siente lástima de nosotras? ¿Por qué tenemos que estar siendo colmadas de varios “Lo lamento"?

¿Por qué tuviste que aceptar unirte a la T.B.R.O?

Si tan sólo existiera el hubiera; hubiera impedido que te fueras, hubiera sujetado tu mano tan fuerte que te hubiera dado pena partir. Te hubieses quedado con nosotras, con tu madre y conmigo. Hubiéramos planeado que hacer en la cena de Navidad y, de paso, en tu cumpleaños, hubiéramos celebrado un año más juntos, no el aniversario de tu muerte. Me hubieras regalado una peonia blanca, como solías hacer todos los meses, la hubieras acompañado con el beso en la mejilla que depositabas con delicadeza sobre mi, como si fuera algún tipo de figura de porcelana que se rompería al primer contacto.