Incluso desde la ventana polarizada de la parte posterior del auto alcazaba a advertir la mirada inundada en preocupación de su otra parte. Solo cuando notó que se iba convirtiendo en una silueta cada vez más pequeña a medida que se movían en la carretera, redirigió su torso por completo hacia adelante.
Habrán sido las resplandecientes luces desplazándose en sus retinas mientras que observaba la ciudad quedando atrás, o tan solo las ideas y preocupaciones moviéndose en su cabeza, pero se sentía mareado y aturdido. Aunque mientras se encontraba con su luz intentó parecer plenamente confiado, en realidad, no sabía por qué exactamente estaba haciendo eso. Siquiera podía recordar de donde había nacido en primer lugar ese plan. Sin embargo, ahí se encontraba, en la parte posterior del auto de Marik, con Bakura a su lado, confiando en que lo pudieran ayudar.
Rogaba a los dioses no haberse equivocado.
Estaba tan absorto en sus propios pensamientos que ni siquiera había notado que el auto se había detenido en una pequeña estación de servicio. Marik había bajado y solo se encontraban con el albino, zambullidos en los zumbidos de la música que provenía de los parlantes. Cuando su único acompañante dirigió su mirada hacia él a través del espejo retrovisor, éste bajó el volumen y comenzó a hablar.
-No es que siempre haya sido muy reconocido por hablar mucho, su alteza. - comenzó burlonamente. - pero hoy sí que parece que te han comido la lengua los ratones.
Atem ni siquiera lo miró. La atención de sus ojos seguía puesta en la vista de la ventana derecha.
- ¿Llegará el día, Bakura, en el que ni tu ni Marik utilicen el mismo argumento para burlarse de mí? -preguntó con neutralidad.
Bakura hizo una exagerada mueca de sorpresa.
- ¿Y privarnos de lo que más hace divertidas nuestras reuniones? Jamás.
Atem bufó. Si bien hacía ya tiempo desde que las almas habían sido purgadas de su maldad para poder estar al lado de sus hikaris, el toque burlón y pícaro nunca se había ido. Eran tan buena dupla para los chistes y las bromas pesadas (preferentemente hacia el ex monarca) como lo eran cuando la perversidad era el motor que los impulsaba. Ya sea en el bien o en el mal, simplemente estaban destinados a trabajar juntos.
Antes de poder recibir alguna respuesta, la puerta del conductor se abrió y Marik apareció nuevamente, no obstante, no volvió a sentarse en su lugar. En cambio, simplemente se agachó y desde afuera dijo.
-Malas noticias mis compañeros. – comenzó- No hay gasolina. Deberemos dejar el auto aquí y caminar hacia el bar si no quieren empujar a la vuelta, pero no se preocupen, no estamos lejos de nuestro destino.
Y entonces, sin cuestionamiento alguno, los pasajeros bajaron y comenzaron a caminar rumbo a su lugar de encuentro.
Aunque el humo del tabaco, mezclado con el olor a suciedad y humedad, le generó una molestia automática en su nariz cuando ingresó en aquella taberna, agradeció al fin haber llegado. Juntó sus manos y las frotó para calentarlas, devolviéndoles un poco de irrigación y color. Habían caminado durante varios minutos recorriendo prácticamente toda la ciudad en medio de aquella fría noche de invierno. Sus dedos entumecidos del frio ya dolían de tanto juntar su chaqueta negra para crear una barrera contra el viento fresco que les llegaba de frente.
-Menos mal que estábamos cerca, maldito bastardo. - Se animó a hablar primero Bakura, dirigiéndole una mirada cargada de odio al egipcio.
- Es que teníamos que venir aquí. - respondió aquel con un tono que parecía vergonzoso. – Ishizu no me facilitó mucho dinero. Este lugar se ajusta a mi presupuesto...
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