Capítulo 28

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Domingo 1 de marzo del 2020. Mañana.

Su nariz se inundó con el aroma del bosque. Tragó saliva, temiendo que las imágenes, que se repetían sin descanso en su mente, no fueran otra cosa que alucinaciones creadas por su agotado cerebro. No quería tener que comprobar la veracidad de sus miedos y tampoco estaba lista para hacerle frente a la desilusión, si todo resultaba ser una fantasía estaba dispuesta a disfrutarla hasta el final. Sin embargo, una parte de sí estaba desesperada por saber la verdad.

Leslie no pudo contener por más tiempo el impulso de abrir los ojos.

Su vista de la ventana, que le regalaba un hermoso cielo azul, estaba medio obstaculizada por un hombro desnudo. Descubrió, entonces, que su nariz estaba a escasos centímetros del cuello de Venus. Levantó la mirada y sonrió enternecida al verla profundamente dormida. En esa posición, daba la impresión de que Venus se había quedado dormida mientras la miraba.

Hizo el segundo descubrimiento agradable de la mañana cuando miró hacía abajó y notó que Venus le había pasado una de sus largas piernas por encima, quizá en un intento de impedir que se fuera. Se acercó más a ella y respiró hondo, disfrutó en exceso el hecho de que el olor a bosque volviera a inundar sus fosas nasales.

—No respondiste mi pregunta. —No fue tomada por sorpresa en esa ocasión, había sentido a Venus moverse a su lado y previó, acertadamente, que ella también estaba despertando.

Mentiría si dijera que no temía a lo que vendría después, cuando pudieran pensar con claridad y sus movimientos no obedecieran —al menos de su parte— al deseo contenido. Sin embargo, le alegró comprobar que el tono de Venus no era cortante ni molesto. Era esperanzador que, al menos hasta el momento, no la hubiera echado a patadas de la habitación.

—Lo hice —contestó Leslie sin mirarla—. Debes haberlo olvidado.

Venus soltó una risa baja mientras se giraba en la cama, llevándose a sus extremidades consigo. Leslie ahogó un gemido angustioso cuando sintió que Venus retiraba la pierna de encima de su cuerpo.

—Tengo hambre, llevo dos días sin comer —dijo ella mientras se sentaba en el borde del colchón. A Leslie le dio la vaga impresión de que quería explicar la razón de su movimiento.

—Entiendo —susurró Leslie a la vez que miraba, embelesada, la espalda desnuda de Venus que aún conservaba las marcas de sus uñas y dientes. Ella estiró los brazos, provocando que los músculos le sobresalieran en la piel—. Sí, yo también tengo hambre —continúo con un hilo de voz.

Venus giró la cabeza y le lanzó una mirada de complicidad.

—Vístete.

Leslie hizo lo que le pedía. Se levantó de la cama y buscó en el suelo la ropa que había perdido la noche anterior; Venus, por su parte, caminó hasta el ropero y abrió las puertas de par.

Se llevó una ingrata sorpresa cuando entró a la cocina tras Venus, diez minutos después, y descubrió que Carina estaba sentada en la mesa, con la mejilla apoyada en una mano. De inmediato, esos ojos azules se apresuraron hasta su rostro y Leslie le rehuyó la mirada, incómoda.

Venus parecía ajena a las sugerentes miradas de su hermana menor, pasó de largo, sin hacer mayores comentarios, y fijó toda su atención en las ollas. Leslie tragó saliva e intentó actuar con normalidad, ignorando el escozor de sus mejillas. No había pensado en la posibilidad de encontrarse a Carina o Adara cuando abandonara la habitación, de hecho, y si era sincera consigo misma, no había pensado en otra cosa que estar cerca de Venus.

—Hay pan por allí —avisó Carina a su hermana, sin apartar la mirada de Leslie—. Lo traje para Leslie, pero lo rechazó. No dejes que se desperdicie.

El bosque de las brujas | GLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora