||Capítulo único.||

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“Sousuke… hay algo que quiero decirte y es que… me gustas.” Dijo repentinamente el castaño con un suave sonrojo, dejando algo sorprendido al chico azabache. Makoto había comenzado a temblar ligeramente ante los nervios que le consumían porque realmente haberse confesado al contrario no había sido tarea fácil, ni siquiera en su mente había sido fácil. Bastante tuvo que ayudarle Nagisa y digamos que no fue muy buena idea en un comienzo el haberle comentado aquello, ya que de un segundo a otro ya lo sabía Haru, Rei y Gou.

El azabache había quedado congelado, no se esperaba realmente esa confesión, bueno era algo obvio que en parte se venía venir, sin embargo creía que se demoraría algo más el castaño en aceptarlo. “Makoto… yo…” No sabía que decirle realmente. Era una situación algo complicada, especialmente al ver como los ojos verdes como el bosque brillaban con un deje de esperanza. “Lo siento, no siento lo mismo que tú.” Vaya, eso sonó algo más duro de lo que él había esperado, de hecho, quería rechazarlo suavemente, pero las palabras solo salieron de su boca y mientras eso ocurría notaba como los ojos del castaño se iban apagando.

Makoto solo bajó la mirada por un momento bastante triste intentando que ninguna lágrima se asomara y, respirando algo profundo, volvió su mirada hacia Sousuke y le sonrió como solía hacerlo usualmente aunque esta vez su sonrisa era triste. “Está bien, no te preocupes, Sousuke, no era como si tuviese la esperanza de que me correspondieras.” Susurró aquello ya que si elevaba un poco la voz o al menos lo normal, sabía que se quebraría ahí mismo. “Aunque es un alivio el habértelo dicho, no creo que hubiese podido seguir ocultándolo.” Comenta bajo con una leve sonrisa que no dejaba de ser triste que se complementaba con aquella mirada que tenía el castaño.

No sentía nada por el capitán de Iwatobi, pero no podía evitar el sentirse mal y triste al haberlo rechazado, ya que por lo que él veía usualmente cuando entrenaban con ellos en Samezuka, Makoto era la persona más amable que podía existir y podía jurar que era un ángel y no exageraba, en estos tiempos no existía nadie que pudiera ser tan inocente y amable como él. “De verdad lo siento, no quería…” No pudo seguir hablando ya que el castaño le había sonreído negando con la cabeza.

“No es nada, Sousuke… estoy bien, me sentiré realmente mal si te sigues disculpando.” Dijo soltando una leve risa que arrastraba algo de pena en ella. “Bueno, debo irme, tengo que cuidar de mis hermanos hoy, lo siento si te quité de tu tiempo.” Terminó de decir haciendo un gesto de mano para despedirse y luego irse caminando hacia su casa.

Una vez que supo que estaba fuera de la vista del azabache no pudo evitar que las lágrimas cayeran de sus orbes verdes. Le había dolido bastante, pero no quería mostrarse triste ni tampoco preocupar al contrario, aunque dudaba que realmente se preocupara por él. Antes de entrar a su casa tomó algo de aire y soltó un suspiro pesado, secándose sus lágrimas y con una sonrisa entra a su hogar el cual estaba vacío. Sí, ahora se encontraba solo. Sus padres habían salido con sus hermanos a un parque de diversiones que ellos querían ir hace algún tiempo. Le había mentido Sousuke, pero solo quería salir lo más rápido posible de ahí.

Se recostó en su cama con la mirada perdida en el techo de su habitación como si esto fuera lo más interesante, aunque por su mente solo pasaban las palabras que le había dicho Yamazaki. Recordaba cierta frase que había leído una vez en uno de esos tantos libros que le solían gustar. “El amor duele”.

 

El amor duele. - SouMako.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora