I - Sara

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Sara

Una niebla espesa cerraba las calles de Londres. Era un día de invierno, triste y frío. Un cabriolé recorría a paso lento las grandes calles de la ciudad. En el coche, sentada junto a su padre iba Sara Crewe, una niña excepcional.

Sara sólo tenía siete años, pero se comportaba como una niña mayor, pues su vida había transcurrido entre adultos. Pasaba gran parte del tiempo echando a volar su imaginación. Siempre observaba todo y reflexionaba sobre las personas mayores y acerca del mundo a que pertenecían.

Mientras miraba por la ventanilla del coche, iba recordando el viaje que acababa de hacer desde Bombay, con su padre, el capitán Crewe. Pensaba en el gran barco, en sus compañeros de viaje, en sus conversaciones, en la ciudad hindú que había dejado, en los niños que jugaban en el puente soleado, y en algunas jóvenes esposas de oficiales que solían llamarla para hacerla hablar y reírse de sus ocurrencias.

En fin, todos esos recuerdos se arremolinaban en su cabeza pero, sobre todo, pensaba en lo curioso que resultaba hallarse tan pronto en la India, bajo un sol abrasador, como en un gran buque en medio del océano, y luego encontrarse recorriendo calles extrañas, en un vehículo desconocido para ella, y, además, en una ciudad donde el día era tan oscuro como la noche.

Todo esto la intimidaba y se acurrucó junto a su padre

-Papá -dijo en voz baja y llena de misterio.

-¿Qué sucede hijita? -contestó el capitán Crewe, estrechándola cariñosamente- ¿En qué está pensando mi niña?

-¿Estamos ya en “ese país lejano”? -murmuró la niña apretándose más contra su padre.

-Sí, hija. Hemos llegado por fin –respondió el padre no sin tristeza.

  A Sara le parecía que habían transcurrido muchos años desde que su padre la venía preparando para ese “país lejano”, así  decía siempre él cuando se refería a Inglaterra. Allí transcurriría  una etapa muy significativa de su vida y la de su padre. 

  Su madre murió al nacer ella, y como no la había conocido, nunca la echó de menos. Su joven padre, apuesto, rico y muy cariñoso, era toda la familia que tenía en el mundo, siempre habían estado juntos.

  Su vida había transcurrido en una hermosa casa, llena de sirvientes que le hacían reverencias y que al dirigirse a ella la llamaban señorita. Tenía todo lo que podía desear, pero por sobre todas las cosas, Sara había tenido un ama que la adoraba.  

  Sólo una cosa le había preocupado durante su breve existencia: era ese “país lejano” donde algún día la llevarían. El clima de la India era malsano para los niños, por ese motivo se los enviaban a un colegio en Inglaterra tan pronto como fuera posible. Sara había visto a varias de sus amiguitas desaparecer de esa manera, y luego oía que sus padres hablaban de ellas y de las cartas que recibían. Sabía que algún día llegaría el momento en que ella también debería irse. Por eso le gustaba tanto escuchar los cuentos del viaje y de “ese lejano país”, que su padre le narraba. Pero la entristecía la idea de tener que separarse de su ser más querido.

  -¿No podrías quedarte allá conmigo, papá? -había preguntado en cierta ocasión

  Su padre le respondió que su ausencia no se prolongaría mucho tiempo. Y agregó: 

  -Estarás en una casa hermosa donde hay muchas niñas como tú, y jugarás con ellas, y yo te enviaré muchos libros y todo lo que tú desees. Crecerás tan rápido, que no te darás cuenta que el tiempo ha pasado, cuando ya seas lo suficientemente mayor y lo bastante instruida para regresar a la India a cuidar a tu papá.

La Princesita - Frances Hodgson BurnettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora