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Junio, 2019
HABÍAN PASADO NUEVE MESES EXACTOS desde que piso Outer Banks por última vez, con la excusa académica tan solo hizo falta que su padre hiciera una llamada para que Marty fuera aceptada en una de las escuelas más prestigiosas de Francia. Y así fue como paso el último tiempo, entre aires de sofisticación oscura, superioridad y palabras falsas en otro idioma, asoleandose en St.Tropez mientras bebía tragos caros en el yate de sus abuelos, pero tan vacía por dentro.
Todos creían que Marie no iba a volver a la isla, porque ¿Quien cambiaría las bellas costas del sureste de Francia por Outer Banks? Pero Marty siempre había sido amante de la tranquilidad y el anonimato, aunque este último era lo único que no había podido obtener en toda su vida.
Solo una persona, sin contar a sus amigos, había logrado hacerla sentir normal, olvidarse de su familia, su apellido y su vida. Era gracioso, casi irónico, que esa persona la haya dejado por los motivos que en un principio prometió que no le importaban. Cómo sea, no debía pensar en eso, era por ese motivo que se había ido en primer lugar, para dejar de pensar en él. Pero ahora, estando ahí, no podía evitar que su cabeza se llenará con pensamientos y recuerdos, ideas de "¿Que hubiera pasado si...? Que de todos modos ya no importaban, porque nada cambia lo que pasó.
Y ahí estaba, sentada en el patio de su casa, con un sweater de cashmere colgado en sus hombros, y la mirada perdida en la plantación de rosas que su madre mando a colocar durante el año que ella estuvo ausente. Había llegado a la isla hacía apenas una hora, una hora en la cual su madre no había parado de bombardearla para que la acompañara al club, y así poder presumir a las demás señoras que su hija había vuelto de un año de fructífero estudio en Europa, hablando perfecto Francés e Italiano.
El único motivo por el cual Marie había aceptado era por el hecho de que necesitaba que su madre cerrará la boca de una vez. Así que finalmente soltó un suspiro y se levantó de su asiento, ingresando a la casa para cambiarse por algo más estético. No sabía cuáles eran los planes de su madre, pero sea lo que sea, podría escaparse un rato de ella, por lo que se decidió por una falda blanca, una remera de polo, un nuevo sweater cashmere y unas zapatillas, todo en el mismo tono, lo completó con una diadema negra que hacía contraste con su atuendo. No sabía si iba a jugar tenis o golf, pero supuso que su vestimenta iba a funcionar para ambos deportes.
