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Cuando el salió del trance, cuando dejó de contemplar los restos de un cristal roto y las huellas de unos pies que acababan a mitad de un camino.

Cuando fue capaz de parpadear y de creérselo.

Pensó que merecía algo mejor, algo tan perfecto como ella. Y que él, por su parte, necesitaba un café.

DanielaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora