Los sucesores

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Día 4: Matrimonio

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Bajo el brumoso cielo otoñal de Londres, Levi Ackerman se dirigía a las oficinas del notario a la cita acordada. Si ya de por sí lo fastidiaba el hecho de levantarse temprano y moverse bajo ese clima, más hastiado lo hacía sentirse que fuera por mero papeleo a causa de una herencia que ni le importaba.

Corrección. Sí le importaba; al fin y al cabo, se trataba de la última voluntad de su recientemente fallecida madre, Kuchel, con quien no se había hablado durante años debido al segundo matrimonio de ella. Aquello había acontecido diez años atrás: los celos que lo embargaron al saberse "desplazado" por otro hombre lo llevaron, siendo un rebelde jovencito universitario, a reclamarle las mil y una y a retirarle la palabra a partir de ese entonces. Por supuesto, no asistió a la boda y mucho menos quiso conocer a su nuevo padrastro y a la hija de este.

Sólo sabía que el tipo ese se llamaba Peter Ral.

El señor Ral era dueño de una gran fortuna, producto de sus múltiples negociados y amasada mayormente por sus ancestros. En fin, un hombre nacido en cuna de oro. Al igual que Kuchel también había quedado viudo teniendo una hija pequeña, y era precisamente esa niña su faro de luz y su norte a la hora de levantarse y salir adelante. Su adorada Petra.

Fue justamente Petra, la encargada de animar a su papá a que conociera más gente y pudiera rehacer su vida, llegando a ser gran aliada de la pareja que formó con Kuchel durante unas vacaciones en el extranjero. La señora Ackerman y él habían congeniado desde el primer momento en que cruzaron mirada y allí Petra supo que su padre volvería a ser feliz con otra mujer.

Pero, así como pudo disfrutar de las delicias de ver a una pareja feliz, la chica también tuvo que ser testigo de la pelea telefónica de la pobre Kuchel con su único hijo, pues este, en un arrebato de niño mimado se había rehusado categóricamente a que su madre volviera a casarse. Sin embargo, aquello no mermó los ánimos de la señora Ackerman y, aun así, decidió que su matrimonio con Peter Ral sería un hecho. Así su hijo hiciera un berrinche y no asistiera a la ceremonia, lo cual sucedió, para su desgracia.

Pese a todo, siguieron varios años de paz y buena convivencia entre el flamante matrimonio Ral, con Petra tomando la posta como única hija de la pareja, a falta de Levi, el hijo de Kuchel. Aquello no quitaba que la mujer se sintiera devastada y entristecida al haber roto su hijo sus lazos familiares, pero no podía negar que la dulce Petra era su bálsamo junto con su marido.

Hasta que llegó la tragedia.

Nueve años después de casarse, Peter Ral murió en un accidente de tránsito, dejando a Kuchel y a Petra devastadas. Como pudieron y en un intento de mantenerse ocupadas para apaciguar el dolor, madrastra e hijastra continuaron con los negocios del difunto, que se multiplicaba cada vez más.

Pero para ambas mujeres, las calamidades no terminaron allí, pues tiempo después a la misma Kuchel le diagnosticaron una enfermedad respiratoria irreversible, lo que hizo que los ánimos de Petra se rompieran definitivamente en trizas. Kuchel, en cambio, aceptó mansamente la mala noticia, haciendo todo lo posible para tranquilizar a su hijastra y para intentar hacer las paces con Levi antes de marchar y dejar sus asuntos pendientes resueltos.

Poco resultó, pues Levi volvió a culparla por todo y le espetó que esto no hubiera sucedido de quedarse con él en la campiña inglesa en vez de ir a contaminarse en la ciudad. Al instante que cortó la llamada, el joven inmediatamente se sintió culpable, pero su orgullo le impidió levantar el teléfono y marcar para pedir disculpas y concertar un reencuentro. Aun así, decidió que en unos días le haría una visita sorpresa para poder pasar tiempo juntos y limar asperezas, siempre y cuando ella no lo arruinara.

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