Hisoka estaba acostumbrado a dominar cualquier situación, ya sea en una pelea o incluso en sus encuentros sexuales.
Pero, ¿qué pasa si un pelinegro quiere cambiar eso? Illumi estaba dispuesto a cumplir su fantasía de ver al caprichoso mago de forma...
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Nuevo.
Las cosas nuevas hacían explotar todas las emociones del pelirrojo, que conllevaban a la dulce sensación de la excitación. Adrenalina, emoción y curiosidad eran las tres palabras que hacían aumentar la rapidez de sus latidos. También podría agregar el miedo, sin embargo, al miedo de la persona contraria, eran contadas las veces y razones que hacían a Hisoka explorar aquella emoción.
Pero, ¿por qué en esta ocasión se niega?
El control, al mago le gusta llevar las riendas de la situación. Y aunque esto era contradictorio, ya que una de sus cosas favoritas era pelear con personas que él mismo sabía que podrían llegar a ser superiores en poder, llevar el control le hacía sentir bien, demasiado bien. Y no sólo en las peleas, sino que también en sus encuentros sexuales él era siempre el dominante, el que mandaba. No le gustaba ser limitado de ninguna manera, el motivo principal era que a la hora del sexo era demasiado salvaje e intenso.
— Pero mírate ahora —dijo el azabache, sentado en el regazo de Hisoka.
— Nunca te habías quejado, no sé por qué haces tanto alboroto ahora.
La noche era fresca, el aire frío anunciando el invierno se colaba entre la ventana abierta haciendo danzar las delgadas cortinas. Aunque aquel aire no era suficiente para bajar la temperatura de ambos cuerpos, el ambiente era cálido, culpa de la tensión sexual entre los dos hombres en la cama; uno arriba de otro.
— Mmmm, tienes razón —admitió Illumi —. De hecho, puede que esté tomando de excusa todo esto para justamente estar en esta situación —con una pequeña carcajada comenzó a acariciar la mejilla del mayor con su uña, haciendo un camino imaginario de su mandíbula hasta su clavícula.
Las manos de Hisoka estaban arriba de su cabeza, amarradas e inmovilizadas por una aguja en cada muñeca. Soltó un ronco jadeo cuando el Zoldyck empezó un movimiento con sus caderas de forma circular, provocando la fricción de ambos miembros mientras apoyaba sus manos en el pecho desnudo de este.
— Verte de sumiso ha sido una de mis fantasías desde que dijiste que nunca te dejarías follar —quitó uno de los rebeldes cabellos rojizos que se habían pegado a su frente, producto del sudor—. Y pienso cumplirlo.
— Tú, maldito hijo de puta —echó su cabeza atrás cerrando los ojos, dejando salir un gemido al sentir unos delgados dedos acariciar su virilidad desde arriba de la tela de su pijama, tratando inútilmente mover sus brazos.
— Así, vamos. Déjate llevar —incitó, analizando sus gestos ahora que no llevaba maquillaje en su rostro, descubriendo un camino de pecas salpicadas en su nariz y mejillas— ¿Sabes? No lo digo para hacerte molestar más, pero enterarme que sólo haces el rol de dominante me sorprendió. Tus movimientos siempre son elegantes y delicados, pero mortales claro, además, eres el tipo de persona que le excita el dolor, ¿no? —jugando con una aguja de forma ágil con sus manos, la llevo al pecho expuesto hasta llegar a uno de los rosados pezones.
