Chapter Four: La Cantera.

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Daphne

Beverly me empuja mientras reímos escandalosamente. Mi helado se cae al suelo por el movimiento brusco.

Pero en vez de quejarme, volvemos a explotar en risas.

—Me encanta ese corte —confieso mientras acaricio su suave y ahora corto cabello pelirrojo.

—¡No me toques con tus manos con helado!

Paso mi palma por su rostro.

—¡Nini!

Después de unos minutos, llegamos a la cantera. Suelto un suspiro que sólo Beverly escucha.

—No seas aguafiestas —me regaña, dando un codazo en mi estómago.

—¡Llegó más lejos! Es por distancia.

Ambas miramos a los chicos.

—Es la masa. Siempre ha sido la masa.

—¿Qué? ¿Qué es masa?

—¿Qué importa dónde llegue? Lo que importa es lo genial que se vea, lo verde o blanco, jugoso o espeso.

Hago una mueca de asco.

—Oigan —Bill interrumpe la discusión—. ¿Quién salta?

Todos se callan.

—Yo primero —Beverly contesta, todos se giran hacia nosotras. Ella lanza su bicicleta, se quita su vestido y corre hacia ellos.

Salta sin más.

—Maricas.

—¡Oh, maldición! No puedo creerlo. ¡Nos avergonzó una niña!

Río, ganándome ahora yo la atención de todos.

Desabotono mi vestido, camino hasta ellos con una sonrisa y me detengo para quedar junto a Richie.

—Oye, Richie —le hablo—. Creo que tienes algo en el... —apunto su pecho, y cuando lo mira aprovecho para empujarlo al vacío.

Suelta un grito agudo, los chicos sueltan risas. Me cruzo de brazos cuando no los veo saltar a ellos.

—¿No apoyarán a su amigo? —pregunto dramáticamente.

Eddie se aferra al brazo de Ben, él más relleno me sonríe y se lanza junto al más pequeño. Bill los sigue.

Conecto mi mirada con la de Stan por primera vez en el día.

—¿Saltas?

Lame sus labios nervioso, alzo una ceja esperando su respuesta.

—¿Qué? ¿Volverás a decirme que no es asunto mío?

Corta el contacto visual avergonzado, mi sonrisa se ensancha aún más.

—Vamos, judío, no seas marica. —molestó mientras camino hacia él.

Retrocede, hasta que queda justo al límite, no me detengo hasta estar lo suficientemente cerca de su rostro como para alzar la mirada.

𝐏𝐑𝐄𝐓𝐓𝐘 𝐋𝐎𝐒𝐄𝐑, Stanley UrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora