Chapter Eight: Bienvenido al Club de los Perdedores.

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Daphne

Sí, pero es más peligroso.

—¿Por qué es más peligroso?

—¡Huele a orina y es asqueroso!

—¡Las calles laterales son lo mismo, huelen a mierda y orina!

Pongo mis ojos en blanco.

—¡Cállense de una maldita vez! —exclamo.

Beverly nos mira desde la acera, me bajo de mi bicicleta, seguida de los demás.

—Llegaron. —dice con la voz agitada por bajar las escaleras corriendo—. Tienen que ver algo.

—¿Qué cosa? —Ben pregunta.

—¿Más de lo que vimos en la cantera? —Richie pregunta, recibiendo un zape de mi parte, y un grito de Eddie.

—¡Cállate, Richie!

—Papá me matará si se entera que los metí al apartamento. —dice, mirándonos nerviosa.

—Alguien se quedará a vigilar. —Bill tartamudea— Richie, quédate aquí.

Suelto mi bicicleta, dejándola caer, me río de Richie en silencio, él me muestra su dedo corazón.

—¿Y si llega su papá? —pregunta mientras comenzamos a subir las escaleras.

—Habla hasta por los codos —Stanley contesta—, te gusta hacer eso.

—Cuidado con los ojos, Stanley.

Mis mejillas se sonrojan ya que está detrás de mí y sé a lo que Richie se refiere, esta vez yo le muestro mi dedo corazón.

—¡Y es un don que tengo! Por si no sabían.

Le lanzo un beso de despedida, haciéndolo sonroja.

—¡Controla a tu mujer, Stanley! —le grita, intentando ocultar el nerviosismo— ¡Anda lanzando besos por ahí a hombres no vírgenes!

Terminamos ignorándolo.

***

Quedamos frente a la puerta del baño, Beverly entrelaza nuestros brazos.

—Ahí dentro.

—¿Qué es? —Bill pregunta.

—Ya verás.

—¿Nos llevas a tu baño? —Eddie pregunta nerviosamente— El 89% de los peores accidentes pasan en los baños, y donde están las bacterias y los hongos. No es un lugar muy higiénico para ir.

—Eddie. —lo llamo.

—¿Sí?

—Cállate.

—Está bien.

Bill abre la puerta lentamente, mi boca se entreabre al ver todo cubierto de sangre. Mis ovarios quedan shockeados.

—Lo sabía. —y hace una arcada.

—¿Lo ven? —pregunta la pelirroja.

—Sí. —asiento junto al judío.

—¿Qué pasó aquí? —Bill cuestiona, igual de impactado.

—Mi papá no lo vio, yo... creí que estaba loca. —dice con voz temblorosa. Acaricio su brazo para tranquilizarla.

—Pues si tú estás loca...—Ben habla—...todos lo estamos.

—No podemos dejarlo así. —murmuro.

Eddie suelta un suspiro ahogado.

—Bueno.

𝐏𝐑𝐄𝐓𝐓𝐘 𝐋𝐎𝐒𝐄𝐑, Stanley UrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora