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Eran las aguas heladas que golpeaban contra las costas del oeste, el primer presagio de que el feroz invierno se avecinaba al reino de Mideo más temprano ese año.

El pequeño Lee Taeyong, con tan solo diez años, apreciaba con adoración y temor cómo las olas del inmenso océano se rompían cuando colisionaban entre sí. El viento helado se estrellaba directamente contra su rostro haciendo volar su cabello oscuro y, por ello, era que sus mejillas estaban bastante rojas y todo su cuerpo temblaba.

—¡Taeyong! —Escuchó el grito de su padre detrás de él antes de que tomara su mano bruscamente para alejarlo del precipicio donde Taeyong estaba viendo el océano—. ¡Hijo! ¡¿Qué hacías ahí parado?! ¡Te pudiste haber resbalado!

—Tranquilo, papá —le sonrió suavemente al hombre para que se tranquilizara—. Solo estaba apreciando la naturaleza en su máximo esplendor, eso es todo.

—Pues no la aprecies tan cerca, hijo. Sabes que cuando la nieve comienza a aparecer, es mucho mejor no provocarla.

Taeyong asintió apretando sus labios recordando que el invierno el año anterior había sido tan fuerte, que muchos de los pescadores que llegaron a aventurarse en el océano, nunca volvieron a ser vistos.

—¿Lograste atrapar algo? —Preguntó para cambiar de tema ya que su padre se había quedado igual de pensativo que él.

El hombre lo miró sin esperanzas señalando con la mirada un balde donde solo habían dos peces minúsculos.

—Lo suficiente como para que cenemos.

Taeyong, aunque todavía era un niño, ya era consciente de muchas de las cosas que sucedían a su alrededor y una de ellas era que la frase de su padre no terminaba ahí. Se completaba con un "pero no lo suficiente como para que podamos comer mañana."

—Son tiempos difíciles —murmuró y su padre asintió volviendo a tomar su mano para que regresaran a casa.

—Pero somos afortunados de tenernos el uno al otro, hijo.

Ya iban unas cuantas calles adelante cuando un precioso conejo apareció en medio del camino. Tenía todo su pelaje gris y una muy tierna cola de algodón. El animal se quedó quieto cuando los escuchó.

—¡Mira, Papá! —Exclamó emocionado—. ¡Es un conejito! La mamá de Jaehyun nos dijo que hace mucho tiempo no hay conejos por esta zona.

—Sí, es muy extraño —el hombre caminó lentamente hacia el animal con curiosidad esperando no asustarlo—. Creo que desde que naciste no veía ninguno que viniera al reino. ¿Nos darán un buen precio por su carne en el mercado?

—¿¡Qué!? ¡No, papá! —Taeyong inmediatamente se paró frente a él protegiendo al indefenso animal—. ¿Cómo puedes pensar en asesinar un animal tan pequeño?

El hombre le señaló el balde que cargaba en una mano donde estaban los dos pequeños peces. Taeyong apretó sus labios entendiendo el punto, pero cuando vio que su padre nuevamente intentó avanzar al conejo, volvió a entrometerse.

—No, papá, por favor. —Casi suplicó.

El adulto se cruzó de brazos con una expresión seria y, aunque Taeyong pensó que lo iba a regañar, en realidad él sólo suspiró antes de sonreír.

—El conejo ya se fue.

Taeyong se giró y comprobó que efectivamente el animal ya no estaba. Por un momento se sintió un poco triste porque aquella había sido la primera vez que había visto un conejo en la vida real, pero después sintió cómo su papá lo abrazaba por atrás.

Cataclismo ; TaeDo/DotaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora