CAPÍTULO 4

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Me levanté por el ruido de los timbres de bicicletas que pasaban fuera del apartamento. El reloj anunciaba las 6 y miré al techo. Sabía que tenía que levantarme para ir a la empresa, no quería, pero tenía que jugar todas mis cartas si quería retomar el rumbo de mi vida y conseguir dinero.

Los 42 dólares en la bolsa no llegarían al lunes. Decidida me levanté de la cama, tomé un baño caliente y busqué algo de ropa limpia que me quedara.

No sabía cuanto había bajado, pero algo era definitivo, nunca había sido tan gorda, ni tan delgada, pero ahora, en verdad, estaba en los huesos.

Lo mas factible fue un vestido, de lo contrario los pantalones no llegarían en mis caderas mas allá de la sala. Como pude me maquillé y arreglé, nada me gustaba, pero el pants y la sudadera no eran una gran opción cuando se trataba de pedir trabajo.

Estaba decidida a salir del apartamento, pero la maldita cordura habló. » ¿y si te encuentras a Carlos? « — mierda. – el miedo me paralizó. Un dolor en el pecho me atacó, la respiración me comenzó a faltar, un ataque. ¿Cómo actúas ante el hombre que dejaste plantado en el altar, después de dos meses y medio? "Se supone que están en su luna de miel en Egipto" las palabras de Danira sonaron en mi cabeza como un alivio, Carlos no estaba en NY, tenía la oportunidad. » Creí que buscaríamos algo lejos de la empresa o de NY « Cordura con sus comentarios de nuevo, pero tenía razón. ¿era factible volver a la empresa después de todo?

Comencé a debatirme, tenía 42 dólares en la bolsa, una deuda de casi 4 mil dólares en el banco y aumentando. Sam se iría a Washington, era mi única oportunidad de recuperar mi empleo, o que me ayudara con una vacante en algún otro lugar.

Dejé de escuchar las voces de mi mente, y salí decidida del apartamento. Tenía que hacerlo, no quería morir de hambre y depresión en NY, no lo merecía, no podía.

Tuve que tomar el subway, lo que me costó dos dólares y un café. 37 dólares en la bolsa estaban ahorcándome pero eran mi motivación para seguir adelante. Sam había sido como un padre para mi. Me apoyó en mi universidad, en mis practicas, me contrató desde abajo y me dejó ejercer en su empresa, siempre me apoyó, nunca me dio de mas, y aunque solo haya sido porque era novia de su hijo, jamás lo dejó ver así. Inclusive cuando Carlos y yo teníamos problemas, me apoyaba o me escuchaba al menos, pero nunca me presionó.

No sabía con que Sam podría encontrarme ahora, no estaba muy segura de que me recibiera con los brazos abiertos, después de dejar plantado a su hijo en el altar, pero al menos la que corrió con los gastos había sido yo, así que no creo que haya mucha culpa de su parte.

Caminé por la calle principal hasta la oficina, en el camino me topé con algunas caras conocidas, pero era claro que mi aspecto había cambiado. Pasé desapercibida y entré a la oficina. Tenía mi gafete, pero no sabía si aún funcionaba.

El guardia de seguridad fue el primer cambio. Don Jorgito, un hombre mayor, era quien todas las mañanas me dejaba pasar por la puerta inmediata al elevador, era grandiosa llegando tarde.

— Hola, buen día – me dirige ante el guardia de seguridad, un hombre de no más de 35

— Hola, ¿trabajas aquí o vienes a ver a alguien? – Pues la verdad es que creo que hasta hace unos días seguía teniendo trabajo, y no sé si me quieran recibir.

Estaba a punto de responder, pero una voz detrás de mi me distrajo

— Ya la recibo yo James – corrió Don Jorgito hasta el módulo y "James" se alejó — ¡Querida! – Dijo sin más, y me envolvió en un abrazo. Se formó un nudo en mi garganta, y me dejé querer por un momento. Se separó de mi, al instante — me alegra mucho de verte – sonreí

— a mí también Don Jorgito – dije de la manera más honesta, no creí que me recibieran así en la empresa

— estás tan diferente, y muy delgada – me regañó al instante y me sonroje — ¿Vienes a recuperar tu puesto? – preguntó curioso

— Solo quiero ver a Sam – no me sentía con la seguridad de responder, ni si quiera sabía que esperar

— mucha suerte – dijo tras un suspiro y me dejó pasar sin gafete.

Subí por el elevador, como de costumbre hasta el piso 43, debo de decir que me dan miedo las alturas, así que intentaba no prestar atención a los números, hasta que las puertas se abrieron y la recepción frente a mi se abrió.

La recepcionista, una chica diferente a quien acostumbraba me recibió con una gran sonrisa

— ¿Qué tal? ¿Tiene cita? – era obvio que no sabía quién era

— Hola – dije tímida — No, ¿se encuentra el Doctor Samuel?

— Me temo que está en una reunión, y no puedo recibirla sin cita

— ¿tardará mucho? – insistí

— No puedo asegurar nada, pero puede esperar aquí si lo desea – y la verdad es que no lo deseaba. Estar sentada a la entrada de la oficina como una completa extraña, expuesta a todos no me apetecía. No quería encontrarme con nadie, no quería ser el blanco de las miradas y rumores en la oficina que April Brown había vuelto, y seguro a recuperar su puesto.

Pero tampoco podía dejar de pasar esta oportunidad, los 37 dólares en la bolsa seguían ahorcándome y no dejaría que 4 dólares de subway se malgastaran.

— esperaré – sonreí sin más

— Claro, ¿podría darme su nombre? – Mierda. ¿Y si me tenían en una lista de no admitidos? ¿Y si Carlos tenía una lista donde mi nombre figuraba en letras rojas y seguridad tenía que sacarme a patadas?

— April Brown – tuve que decir. Pero la mirada que la chica me lanzó en cuanto se lo dije no pude descifrar, no sabía si se lanzaría sobre mi y llamaría a seguridad o detrás de mi había un fantasma.

— ¿Usted es April Brown, la jefa de dirección?

— Ex. – repetí tímida

— Espere aquí – y sin dejarme decir una palabra más, salió corriendo de la silla.

El miedo me invadió ¿y si lanzaban una bomba y me eliminaban? Un plan más de venganza de Carlos.

Mire a mi alrededor, la recepción estaba casi vacía, algunos clientes esperando por su cita en la sala y algunos otros caminando por los pasillos.

— ¡APRIL! – Escuché detrás de mí, giré y unos brazos me rodearon sin dejarme ver el rostro de mi voceador.

NO ERA ASÍ | TOM HIDDLESTONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora