¿Alguna vez has sentido un dolor agradable? Uno que te tortura y te embriaga a la vez. Te abraza, te entumece y te mata. Endulza tu perspectiva mientras destruye tu fisionomía.
Duele tanto que crees que no es real. ¿Cómo puede ser real? No es real. Nada es real. Es imposible que esto sea real. Es demasiado horrible para ser real. Es demasiado dulce para ser real. Es demasiado contradictorio para ser real.
Entonces abres los ojos y te das cuenta de que no sabes cuál es el verdadero significado de esas cuatro letras. ¿Real? ¿Qué es real? ¿Mi entorno, que es solo una representación incierta hecha por mi cerebro? O esta locura que estoy experimentando. Se supone que después de la vida mueres, no sigues viviendo.
Quizá he entrado en coma y ahora estoy delirando en mi imaginación. Pero es que sus manos en mis mejillas se sienten tan... lógicas. Sí, esa sería la palabra. Todo vuelve a tener lógica cuando sales de tus pensamientos y echas un vistazo a tu alrededor. O quizá ignoramos lo ilógico, porque todo se ve muy normal.
—R-Rhysand... ¿qué?...
—Shh... Tranquila, ¿estás bien? ¿Te duele? —susurra. Lo siento justo delante mía, pero su voz está lejos—. Joder, lo siento mucho, yo...
Voy recuperando la conciencia a la par que abro los ojos. Mi vista está nublada por una espesa masa de luz blanca que poco a poco se va disipando hasta solidificar la imagen de Rhysand encima mía, muy preocupado. Hay un brillo extraño en sus ojos que no sabría definir.
—¿Qué me ha pasado? —pregunto con la voz temblorosa. Me incorporo en el suelo con la ayuda del pelinegro hasta quedar sentada junto a él.
—No estoy seguro. Esos dos hijos de puta han aparecido de la nada, tirados en el suelo, desangrados. Se han levantado y les he dado una paliza y cuando me he dado cuenta estabas inconsciente.
Siento un mal presentimiento. Una presión que no puedo ignorar torturándome en el pecho.
Me sobo las sienes, cierro los ojos y entonces vuelvo a sentirlo. Su sonrisa y sus ojos inyectados en sangre. La intranquilidad que me inspira.
Abro los ojos, me giro y lo veo.
Está apoyado en una columna del local. Las luces coloridas hacen sombras en su oscuro rostro, sobre la expresión seria en este. No puedo evitar sentir que ya he visto esos ojos negros antes.
Tiene sangre en la camisa y hay un policía a su lado. Lo escucha atentamente con las manos metidas en los bolsillos de sus vaqueros.
Entonces me doy cuenta de que estoy rodeada de guardias y que la entrada del local está cercada por una cinta amarilla y negra. Giro la cabeza para encontrarme dos enormes charcos de sangre que la policía observa con atención. Supongo que ellos verán dos cuerpos inertes. Lo que yo veo son dos hombres magullados apoyados contra la pared contraria.
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Cuando me veas ©
Random"Quién diría que la muerte nos condenaría a la vida eterna". Jamás se habría imaginado lo que conllevaría la ignorancia de sus allegados. Tras varios meses en los que Asteria parece estar muerta para todos a su alrededor, conoce a Lincoln, un chico...