43.801 HORAS Y 35 MINUTOS DESPUÉS...

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30 de diciembre del 2025, 13:35h. Aeropuerto de Barcelona.

La muchacha rubia estaba de pie frente a la puerta de llegadas, repasó una vez más los mensajes del móvil en los que le decía que había aterrizado y esperaba las maletas, de eso hacia ya mas de media hora. Rodó los ojos pensando en las mil posibilidades de ese retraso, conociendo cómo conocía a su hermana seguro la había liado con el equipaje. Las puertas se abrieron una vez más y entonces la vio, arrastraba un carro cargado hasta arriba y se la veía agotada, pero aun así seguía siendo la persona más guapa que conocía. Alba Reche incluso después de veinte horas de vuelo y tres escalas podía iluminar el cuarto más oscuro solo sonriendo.

– Hermanita estás hecha un desastre. – Le dijo nada más verla.

– Mira quién fue hablar, ¿eran uno o dos? ––Señaló su más que notable embarazo – Ven aquí enana.

Ambas Reche se abrazaron, cómo pudieron por la tripa enorme de Marina, y se dieron millones de esos besos que solo entre hermanas se daban. Llevaban demasiado tiempo sin verse y se habían echado de menos, muchísimo, pero no solo era por eso el abrazo y ambas lo sabían.

– ¿Cómo está? – Preguntó la mayor mientras se dirigían al coche de Marina en el parking del aeropuerto.

– Mal, nadie esperaba que sucediera algo así.

– Sigo sin entender qué fue lo que pasó.

– Pablo había vuelto de correr y dijo que no se sentía bien, se fue a echar una siesta y ya no despertó. – Marina suspiró – Mamá lleva días sin salir de la cama, la tía me ha dicho que apenas come.

Alba asintió y rodeó a su hermana por los hombros para besar su pelo, ojalá ella su pudiera hacer algo para ayudarla. Marcharse a vivir tan lejos había sido una decisión dolorosa y aterrante, pero era su oportunidad y todos comprendieron que debía intentarlo. Lo que no esperaba era que un año de contrato se convirtiera en dos más y que esos dos acabaran siendo cinco, pero nadie podía reclamarle nada pues había tenido motivos de sobra para no querer volver hasta ese momento. Marina sabía que, a pesar de todo, su hermana lamentaba profundamente esa distancia y que si ahora había vuelto era porque finalmente estaba preparada para ello.

La Rafi seguía viviendo en Elche, pero la menor de las Reche se mudó a Barcelona hacia ya tres años para poder estar con el amor de su vida, la única mujer que lograba sacar lo mejor y peor de ella sin despeinarse. La vida las había separado durante un tiempo y tuvieron que poner de todo su empeño para estar juntas, renunciando ambas a parte de su vida para que fuera una realidad y ahora, viendo con perspectiva el viaje, no había nada de lo que arrepentirse.

– Me habría gustado poder venir más a menudo y estar con vosotras. – dijo mientras cargaba las maletas en el maletero.

– Nueva York está lejos, es normal que no puedas venir cuando quieras. – Marina le pasó las llaves–– Cada día me cuesta más conducir con este monstruo creciendo en mi interior.

– ¿Llamas monstruo a mi sobrino? – Marina se rió mientras asentía.

– Me obliga a mear cada media hora, me muero de calor y encima ya ni los zapatos me llego a atar sola, es un monstruo.

– Ici debe estar muerta de miedo con esto de ser madre.

– Para nada, creo que le hace más ilusión que a mí, lleva toda la semana pintando y decorando su cuarto. – Los ojos de Marina se iluminaron al hablar de su mujer y Alba no pudo evitar sentir una punzada de envidia.

– Estoy muy feliz por vosotras Mini, de verdad. – Le dio un beso en la mejilla y arrancó el coche.

– Hemos invitado a Natalia a comer con nosotras.

36 horasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora