Subasta

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¡Quinientos moles! — No veía nada. La cortina roja que rodeaba los barrotes de su jaula no la dejaba ver. Ya era la quinta subasta en la que estaba, y la reacción seguía siendo la misma. Nadie se sorprendía cuando la manta roja se alzaba, una simple humana, decían.

¿Es una humana? — Un hombre gordo y maltratado de la cara se levantó. La barriga colgaba hasta sus rodillas, y los aros de oro invadían su rostro.

¡Claro que no! — Mintió el hombre parado al lado de la jaula. Jaló la soga a su lado y la cortina se alzó, revelando una chica con la piel tintada de azul y varias marcas rojas que se alzaban en su piel. La ropa que llevaba apenas cubría su ingle. —¡Es una súcubo! — Los hombres soltaron un alarido, emocionados.

La chica suspiró, un poco asqueada, un poco aburrida. Después de cinco rechazos, por fin a su 'maestro' se le ocurrió un plan, pintó su piel con tinte azul y quemó parte de sus brazos y piernas con hilo de plata, haciendo que las cicatrices de las quemaduras la marcaran. Podría ser peor, se dijo a sí misma.

¡Quinientos moles! — Dijo otro hombre, animándose una vez que se enteró que era una súcubos, y no humana.

¡Seiscientos! — Gritó otro. Ella no se molestó en levantar la cabeza. No quiso siquiera ver los asquerosos rostros de aquellos hombres, llenos de lujuria, llenos de sí mismos.

¡Mil de oro! — Fue la última propuesta. Su maestro se complació tanto, y ella se aferró más a sus no tan pequeños senos que eran cubiertos por nada más que sus brazos.

En algún momento tuvo que ver el rostro de su nuevo amo, así que lo hizo rápido y esperando que él no la viera de vuelta.

Tímida...— Afirmó el hombre. El puñado de hombres en el público empezó a aullar, como si de animales alterados se tratara. — ¡Qué divertido será! — Y sonrió de una manera tan asquerosa, tan sucia, que la chica gateó hacia atrás en su pequeña celda hasta que los barrotes se pegaron a su espalda. —¿Qué esperan? — Gritó el altanero hombre, y un grupo de personas se acercó para tomar la jaula con la chica adentro y empezar a cargarla hacia una carroza. La humana no perdió tiempo en mostrarle su desprecio, se le quedó viendo todo el camino, con odio, con rencor, y con el lastimero deseo que la matase.

No hubo despedidas, ni siquiera había hecho amigos como para despedirse de alguien. Todos eran simples objetos sin ganas de vivir. La subieron a la lujosa carroza y caminaron por más de media hora. Ella fue en el exterior, donde iba el cargamento. Sola, escuchando todas las risas y cuchicheo del interior de la cabina. Ni siquiera el que cuidaba del equipaje, quien estaba a su lado, se dignó a hablarle, porque obviamente era incluso más valioso ahí que ella, al menos él era un sirviente, y ella era nada más que el equipaje.

¡Es perfecto para el duque! —Escuchó la risa y los alaridos de aquel hombre.

¡Claro que sí, mi señor! — No había notado la presencia de las mujeres en la carroza, se asqueó al pensar en alguna mujer que se rebajase tanto como para congeniar con aquel hombre.

¡Seguramente le encantará coger una súcubo! — Escuchó la voz del hombre, que se distorsionó con algún pedazo de comida que llevaba en la boca. Se sintió mal consigo misma cuando le dolió el estómago de hambre.

Súcubo, se burló ella. Si supieran que era una simple humana. Se regodeó en sus pensamientos, seguramente el duque se enojaría mucho con aquel hombre por mentirle y regalarle una asquerosa humana en vez de una súcubo. ¡Qué decepcionado estaría el duque al notar que ella, una simple y virgen humana, no tenía idea de lo que era el sexo! Tal vez ese buen hombre se decepcionaría tanto de ella, que la mandara sacrificar inmediatamente, entonces podría ser libre. Sonrió tristemente, cuestionándose si en verdad prefería la muerte.

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⏰ Última actualización: Jul 09, 2021 ⏰

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