Narra Charlotte
La culpa es mía.
Yo misma me salté todas mis propias reglas sin darme cuenta. Yo misma fuí la que no se dió cuenta de que el nombre de Elizabeth Harris se estaba haciendo grande dentro de mi corazón.
Tan grande que asustaba, tan grande que no podía dejar de pensar en ella ni en aquel beso en el baño de la casa de Max.Toda la vida intentando esquivar al amor por miedo a que machaquen mi corazón y llega ella para ponerlo todo patas arriba.
Harper casi consigue que cayera rendida a ella, pero se fué antes de la desgracia.
Pero Elizabeth sigue aquí, a mi alrededor, en mi grupo de amigos. Ella sigue aquí y todo dentro de mí sigue creciendo.Cuando por fin mi orgullo se dió por vencido y entendí a Beth cuando desconfió de mí el otro día, supe que no merecía la pena estar enfadada con ella por eso.
Yo misma me había creado la reputación que tenía, es normal que desconfie de mí si aún no le he demostrado nada.
Pero cuando mis piés me llevaron al Paradise para hablar con ella, porque sabía que estaría allí, vi una escena que quitó todas mis intenciones.Llegaba tarde.
Desde que conocimos a Kevin supe que Beth le llamó la atención, y cuando los vi abrazados de esa manera en la puerta del bar y Kevin acunó sus mejillas, me fuí de allí casi corriendo.
Otra razón más para odiar al amor... Te pueden traicionar a la mínima de cambio.
Así que a la mañana siguiente me vestí con aquella fachada de la chica que se lía con todas y las manda a la mierda al día siguiente.Esa era yo, así me sentía protegida e imparable.
Nada ni nadie podía hacerme daño.—Buenos días. —me dijo Mia pasando por mi lado en el pasillo.
Siempre me daba los buenos días y yo nunca le contestaba.
—Buenos días, Mia.
Cuando escuchó mi voz se giró para verme sorprendida mientras se alejaba y nos sonreimos en la distancia.
Alomejor no estaría mal saltarme mis propias normas por una noche, así podría volver a probar a Mia, que al fin y al cabo no estuvo tan mal.Y es guapa, muy guapa.
—Vaya, ¿y esa sonrisa de triunfadora? —me preguntó Robin cuando nos encontramos en el pasillo.
Me encogí de hombros y abrí mi casillero.
—La vida, Robin, que te regala cosas preciosas. —contesté.
Ella alzó sus cejas y me miró como si estuviera loca.
—¿Has visto a Beth? —me preguntó. —No ha venido conmigo esta mañana.
—Ni idea. —respondí sin mucho interés en saber dónde estaba. —Alomejor ha tenido una noche muy larga.
—¿Noche muy larga? —preguntó. —No te entiendo.
—Déjalo. —cerré mi casillero.
No iba a admitir que tenía celos de ese tal Kevin el surfero.
Emily y Tyler se nos unieron en el pasillo y los cuatro nos fuimos a clase de matemáticas.
Admito que me preocupé cuando Beth no apareció en todo el día, pero no iba a admitirlo en voz alta.—Bennett, ¿puedes venir un momento?
Emily estaba a mi lado mientras yo guardaba los libros del día en mi casillero.
—Dime.
—Aquí no, ven. —dijo señalando con la cabeza hacia el final del pasillo.