Narra Charlotte
Nos pasamos la tarde haciendo fotos tontas y algunas muy chulas.
Nos hicimos amigas de aquel grupo de chicos que siempre vienen a surfear a esa hora. El que nos cayó mejor fué Kevin.Estudia en nuestro instituto pero él está en último año. Por eso me sonaba cada vez que me lo había cruzado por la playa.
Nos ofrecieron surfear con ellos algún día y yo acepté encantada. Hacía tiempo que no lo hacía y pensar en volver a surfear me dió mucha ilusión.
Beth puso pegas porque no sabía surfear pero entre Kevin y yo acabamos convenciéndola y le prometimos que la enseñaríamos.Creía que en algún momento hablaríamos de lo que sucedió el otro día en los baños mixtos.
No es algo habitual besar a tu amiga, pero ninguna de las dos sacó el tema aunque ambas sabíamos que aquel coqueteo sutil, ya no era tan sutil.
Y menos cuando estábamos a solas.
Vimos la puesta del Sol y yo aproveché para hacerle una foto de cerca porque me encantaba el color de sus ojos justo en ese momento del día.Y se lo dije, y ella se sonrojó mientras apoyaba su cabeza sobre mi hombro para esconderse.
Estuve tan agusto con ella como nunca lo he estado con ninguna chica. Había esa química entre las dos que convertía cada momento junto a ella en uno muy especial, y cada vez que nos quedábamos mirando sin decir nada y ella sonreía, conseguía hacer revolotear a todas aquellas mariposas que habían en mi estómago y que habían estado dormidas por mucho tiempo.
Me asustaba y me encantaba a partes iguales.
—¿Vas caminando hasta tu casa? —le pregunté mientras caminábamos por la arena.
—Creo que me da tiempo a tomar el próximo autobús, no para muy lejos de mi casa. —respondió revisando las fotos en mi cámara. —Wow, estás guapisima aquí. —señaló la pantallita.
—Iugh, parece que haya visto un fantasma en esa foto. —respondí.
Chasqueó su lengua.
—Eres idiota... —me miró. —Sales preciosa, mira tus ojos en la foto... Són casi verdes.
Tomé la cámara y Beth tenía razón.
Mis ojos eran de un marrón tan claro y tan raro, que depende del día y de la luz podían verse o muy oscuros, o muy amielados o bastante verdes.—Te acompaño hasta la estación, no queda muy lejos de mi casa. —me ofrecí.
—No hace falta, vas a llegar tarde si lo haces.
—Da igual, quiero estar un ratito más contigo. —le dije y ella sonrió, agachando su cabeza.
Beth lo tiene todo.
A parte de ser guapisima y de tener un cuerpo de escándalo, cada vez que me mira y sonríe sus ojos se achinan y se forman unas arruguitas adorables a los lados de su boca.
Es ahí cuando me doy cuenta de lo preciosa que es en todos los sentidos, porque su sonrisa me transmite paz y es digna de admirar.Por eso todo es tan especial con ella, porque no sólo me gusta su cuerpo, me gusta su mente.
Y una mente es muy poderosa.En la estación habían bastantes personas esperando a sus respectivos autobuses.
Había un grupo de chicos con unas pintas muy raras que no me dieron buena espina.—Bueno, ahora ya puedes irte. —dijo parándose frente a mí.
—No te voy a dejar sola aquí, mira a esos tíos. —señalé con la cabeza y ella miró hacia allí.
Habían dos chicos que no le quitaban la vista de encima a la rubia, y por cómo le sonreían y la miraban me dieron ganas de ir a darles un puñetazo.