Marea brava

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Me fui en un barco y quedé atrapada en una tormenta, tuve que enfrentarme cara a cara con la marea brava.

En vez de azotarme con su furia colosal, lo que hizo fue enseñarme a cómo navegar en olas más grandes que ella. Me enseñó que después de la tempestad viene la calma, me mostró como detrás de hermosos atardeceres con colores brillantes también se esconden cielos oscuros y deslavados, pero aun así seguirían siendo preciosos.

Me platicó desde sus profundidades que solo yo tenía el control de mi navío, que podía decidir si soltar el mando y dejar que otro se apropiara de él o agarrarme con fuerza y guiarlo con determinación.

Caminamos juntas y me confesó que no solo las perlas que yacen en la profundidades eran relucientes, sino que mi alma era mil veces más destellante con un valor exorbitante que nadie podría comprar ; mucho menos clonar.

Casi era tiempo de emerger de las profundidades cuando antes de soltarme me dio un último consejo que completaría mis tesoros marinos. Con voz melodiosa me susurró que aprendiera a escoger a las personas que formarían parte de la tripulación, porque sus acciones jugarían un papel importante en el rumbo que tomaría mi vida, no solo el barco.

Todo lo que aprendí de la tormenta ese día aun lo conservo en mi mente. Comprendí que los vientos hacen que el barco derrape, gire, al igual que cambie la velocidad. Que las olas logran sacudirlo e inundan las cubiertas.

Pero que soy la única que puede enfrentarse con valentía a la ferocidad del extenso mar, al igual que mi alma es absolutamente invaluable.

Pero que soy la única que puede enfrentarse con valentía a la ferocidad del extenso mar, al igual que mi alma es absolutamente invaluable

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