En los últimos minutos Abigail había pasado de estar realmente deprimida y desolada a sentirse un tanto irritada y nerviosa, el hombre que le había enviado el trozo de pastel se había decidido a acercarse mientras ella le ignoraba, tratando de evitar lo inevitable puesto que en la mirada de aquel hombre existía la chispa de la seguridad y el atrevimientos, pese a todas las señales que Abigail había emitido. No obstante, el hombre que se encontraba a su costado, divertido por la escena, conversaba muy amenamente con el barman quienes apostaban en disimulo por el desenlace de la situación, era obvio que ambos se conocían, o que el hombre frecuentaba el bar, pero eso le era indiferente a nuestra pobre Abigail quien en desespero al sentir como su nuevo "pretendiente" se aclaraba la garganta a sus espaldas, sintió como su piel se erizaba en señal de escalofríos ante tal escena tan descabellada, para ella.
—Hola.— comentó el hombre de cabeza brillante y manos sudorosas, en un tono tan casual que quizá no era consiente de las señales en negativo que le daba la joven.
Abigail estaba de espaldas y con los ojos cerrados pidió a su creador que fuera una pesadilla, mirando por encima del hombro para comprobar que está era su triste realidad. Soltó el aire que estaba conteniendo y se armó de valor.
—Je ne parle pa...*— inútilmente quiso imitar un triste acento francés pensando que quizá podría librarse de aquel hombre.
—Oh je suis martin, c'est mon plaisir*— comento este hombre en un increíble francés, ‹mierda, trágame tierra y escúpeme en china› pensó con mucho pesar al tiempo que a sus espaldas estallaban en risas inútilmente disimuladas. ‹Imbéciles› pensó al tiempo que dirigía su vista al hombre que había visto en el ascensor y al barman quien disimuló examinando una copa limpia, al cabo que el otro hombre se limitó a sonreír levantando su trago.
Ella se lo pensó un momento y de verdad no quería lastimar al hombre con sus palabras, se veía un buen sujeto por lo que colocó su mano sobre el hombro de este y dejando salir un leve suspiro lo vio con pesar.
—Lo siento Martin, no hablo francés.— el hombre asintió sin molestia quitando la mano de Abigaíl de su hombro y colocándola entre las propias. Abigail miro su acción y entorno levemente las cejas.
—Lo sé, hace rato no pude evitar escuchar tu conversación y quise acercarme.— comentó con natural amabilidad, prosiguiendo con su explicación. —Estas sensible y quisiera ser un apoyo para ti.— comentó coqueto, cambiando drásticamente la expresión de la joven al igual que la propia, ella quiso retirar su mano, pero Martin la sujeto con un poco de fuerza evitando la acción contraria.
—No te hagas la difícil.— dijo un tanto mas cerca de ella.
—Mmm. Quisiera que soltaras mi mano, por favor.— comentó por fin Abigail con un tono más serio. —No estoy interesada en tus intenciones.— trató de rechazarlo de la forma más cortes posible, el hombre negó con su cabeza.
—Por favor, no tienes más opciones.— observó a su alrededor con autoridad y regocijo. —¿Crees que algún hombre se acercaría a ti así?— y enfatizando la palabra "así" señaló la vestimenta de Abigail, haciendo que la misma se mirara y volviera su vista al hombre con una total intriga.
—¿Así como?— preguntó ella, creyendo saber por dónde iba el hombre, a lo que este soltó su mano por fin y rió con amargura.
—Así de rellenita.— al decir aquello Abigail se levantó de su asiento de un salto y dispuesta a propinarle una cachetada al hombre sintió que su mano era detenida por otra mucho más fuerte, ella se detuvo, observó la mano y luego el antebrazo hasta girar su cabeza y ver por encima de su hombro al hombre que la había detenido, está vez de pie a su lado habiendo liberado su mano.
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El dilema de Abigail
RomanceEsta es la historia de Abigail, una mujer con un cuerpo curvilíneo, ojos verdes esmeralda, y una tez sumamente delicada, que muy lejos de la realidad deja a la luz la belleza y fortaleza de su personalidad, ella, no depende de nadie para lograr sus...