En el momento en que lo vio supo que quería que fuera suyo.
No se trataba sólo de su mirada intensa, tan azul que casi podía ver el cielo. Ni mucho menos la forma en que se mordía los labios cuando se esforzaba, concentrado en algo, a la par que fruncía su ceño remarcando la tensión de su rostro. No era porque deseara meter sus dedos entre sus rubios cabellos y tirar de ellos, disfrutar de su suavidad, mientras gritaba su nombre con esa voz que, cada vez que la escuchaba, estremecía sus anhelos más oscuros. Tampoco era porque estuviera como un queso, como descubrió en la zona de vestuarios a los pocos días de que entrara a trabajar.
No. Es que era justamente todo lo contrario a él.
Si tuviera que poner en dos balanzas sus diferencias, Naruto Uzumaki sería el típico chico que quieres que haga de angelito en la obra de teatro de la iglesia, y él, sería el diablo.
Oscuro, silencioso, directo y frío. Hasta sus formas físicas eran realmente lo contrario. Mientras Naruto Uzumaki era rubio, él poseía el cabello oscuro heredado de generación en generación en su familia. La piel pálida y la sensación de estar enfermo. Aunque su cuerpo estuviera ejercitado, Naruto parecía cubrirle con sus dimensiones naturales.
Además, su personalidad era arrolladora. No tenía tapujos. Era algo refrescante.
Le daban ganas de corromperlo.
No podía comprender por qué un hombre como él estaba trabajando en una oficina de asuntos sociales. Más bien, su personalidad era de las que uno esperaba ver en otro tipo de trabajos que no detrás de un escritorio. Tampoco le vio un anillo que lo marcara como casado. La intriga de tantas preguntas provocaba que su interés y deseo incrementaran.
También, pareciera que el destino deseara jugarle una mala pasada cuando se lo sentaron delante. Los escritorios de planta no estaban separados por pantallas oscuras. Más bien, eran cristales en los que todo el mundo pegaba pósit, hojas o anuncios. Nunca le había interesado reacomodar sus notas hasta que él apareció. Por supuesto, no lo tomaron como un acto sorprendente, pues, los demás ya conocían su pulcritud y organización desmesurada.
Le gustaba tener libertad de observarle mientras fingía revisar sus notas. Eso conllevaba que a veces debía fingir no verle sonreír o hacer muecas estúpidas hacia él, que más de una vez le habían sacado una vena en su cuello y los destructivos deseos de golpearlo.
Algo que era realmente ridículo, pues le había visto actuar serio y firme. Y cuando solía hacerlo, tenía un gesto arrollador, atractivo. Era un hombre de rasgos muy masculinos, de pestañas largas y rubias y una tez morena, que podía asegurar que era natural. Y sus manos eran grandes, de dedos largos.
Su deseo por él incrementaba de una forma particular, furiosa, hasta el punto de desear mover ficha.
Siempre estuvo acostumbrado a que otros movieran ficha por él. En que las mujeres tuvieran que confesar sus sentimientos, cosa que él rechazaba siempre, aunque no fuera de la forma más amable. Los hombres a veces dudaban en entrarle, pero cuando lo hacían, si le apetecía o se encontraba demasiado necesitado, accedía.
Por eso, Naruto Uzumaki era justo lo que no perseguiría, justo de lo que más quería llenarse y justo, el hombre que sabía que iba a derrumbar su mundo.
.
.
—Sasuke.
Levantó la cabeza del documento que llevaba estudiando por varios minutos en un vano intento de concentrarse. Los pensamientos hacia Naruto, su compañero, estaban desbordándose de sobremanera. Hasta el punto de que, horas antes, había tenido la sorpresa de descubrir que sus ingles estaban más tirantes de lo normal y que, eso, no era algo que pasara tan frecuentemente como parecía.
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Deseos oscuros
FanfictionSasuke lo tiene claro: lo quiere hacer suyo. Desde que Naruto Uzumaki entró en la oficina supo que quería corromperlo. Ensuciar su piel, su alma, destruirlo. El destino es caprichoso y pondrá al alcance de su mano lo que más desea. Sin embargo: ¿ser...