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—No puedo creerme que te marcharas sin más y me dejaras en tu departamento. ¿O eres idiota o muy confiado?

Naruto le entregó las llaves nada más verle. Sasuke estaba solo en el cuarto de la cocina sirviéndose café.

Se había despertado en el sofá de su casa horas antes, agotado y aunque preguntó por él —llamémosle así para no llamarle berrear—, no hubo ninguna contestación hasta que vio la nota en la mesa del salón junto a las llaves. Algo corta y directa que lejos de cabrearle le sacó una sonrisa.

Debía de reconocer que la curiosidad le pudo y se dedicó a revisar el apartamento sin tocar nada. Tal y como suponía, Sasuke era muy meticuloso con sus cosas y no había nada desordenado, como pasaba con su pobre piso. Se notaba que apenas estaba y no había mucho acerca que detallara sus gustos personales. Películas, libros... nada.

—Y mira que te pedí que me llevaras a mi piso —recordó cruzándose de brazos—. ¿Se te ha ocurrido pensar qué habría pasado de haber necesitado alguna medicina?

Aunque realmente estaba agradecido de que no le hubiera dejado tirado en la calle como cualquier otro habría hecho. Y después de ver lo limpio que tenía todo podía sentir cierta vergüenza de su desordenado hogar.

—¿Por qué te desmayaste? —cuestionó sin tapujos.

Naruto frunció el ceño, decidiendo si contárselo o no. No es que fuera un secreto, es que simplemente su forma de ir directo al tema le sacaba un poco de sus casillas. Aunque pudo notar la preocupación en su mirada.

—Mi cuerpo desgasta mis azúcares y energía más rápido de lo normal. No suelo darme cuenta de cuándo sucede, así que sufro de desmayos y narcolepsia cuando menos lo espero.

—Ya... —aceptó Uchiha irritado. Se pasó una mano por el cuello y Naruto tuvo un lejano recuerdo que creía que formaba parte de su sueño.

—¿Anoche nos besamos?

Esperaba que Sasuke dudara más y no pareciera tan imperturbable. ¿Por qué no había rubor en sus mejillas si quiera? Le miraba como si fuera capaz de desnudarle y eso, provocaba que su corazón se desbocara.

—Sí.

—Mierda —soltó pasándose una mano por los cabellos—. A veces actúo entre sueños y...

—Yo quise besarte. No fue cosa de sólo uno.

Dejó la taza sobre la encimera y se acercó hasta su altura. Naruto se percató, sin quererlo, que estaba encajonado contra uno de los muebles, con sus nalgas apretando contra la madera.

—¿Te supone un problema?

Entrecerró los ojos. Sasuke estaba muy cerca. Podía oler su colonia, sentir el calor que su cuerpo desprendía y el aroma a café en su aliento.

—¿Y a ti qué? —cuestionó elevando el mentón.

—No —negó firme—. Pero a ti te tiemblan los pantalones de saber que has besado a un hombre.

—¡Por supuesto que no! —exclamó actuando inesperadamente hasta para él. Era como tensar esa condenada cosa que sentía hasta el límite—. No pongas palabras en mi boca —advirtió.

—Hay muchas cosas que quiero poner en tu boca y ninguna son palabras.

Naruto se quedó con la boca abierta. Notó que le ardían las orejas y si no fuera por la llamada de teléfono que interrumpió el momento, no estaba seguro de qué diablos podría haber hecho en ese momento.

Palpó su pantalón y sacó el móvil.

—Uzumaki —respondió. La voz de Hibiki llegó del otro lado—. Ahora mismo vamos. —Colgó el teléfono y se lo guardó en el bolsillo trasero—. ¿Vas a seguir encima de mí o vienes a ver a Konohamaru?

Deseos oscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora