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Sasuke Uchiha empezaba a estar harto de esperar cuando Naruto Uzumaki regresó con un aspecto capaz de endurecerle si no fuera por lo furioso que empezaba a sentirse. Con la ropa revuelta, la camisa pegada al cuerpo por el sudor y una sonrisa de satisfacción que le daban ganas de besar.

Cambio de postura, incómodo.

Esperó a que abriera la puerta.

—¿Y bien? No veo al chico contigo.

—Oh, tranquilo, ahora vendrá.

La confianza que emanaba le daban ganas de golpearlo. Apoyó el brazo en el volante.

—¿Y cómo puedes estar seguro?

El gesto de seguridad se tornó algo más serio. Miraba al frente y fruncía el entrecejo, con la boca tensa.

—Porque yo estuve en ese lugar y sé perfectamente qué necesitaba en ese entonces. Y sí, sé que cada caso es diferente, pero la experiencia ayuda más que la comodidad.

Una mueca de sonrisa se dibujó en su rostro cuando sonrió. No lo suficiente fiable como para que él no comprendiera que era un tiempo doloroso, pero que le había servido para hacer lo que hacía. Al menos, esa era su percepción.

Se frotó el pecho, incómodo.

—Lo comprendo.

—¿De verdad?

Pensó en la cantidad de veces que es pregunta le había irritado. Cada vez que empatizaba con una situación daban por hecho que ser un "estirado", como a su cuñada le gustaba llamarle, no implicaba comprender las penurias de los demás.

Sin embargo, Naruto parecía aliviado en realidad. Incluso su boca se extendió, esa vez, de verdad. Eclipsando cualquier otra cosa que hubiese a su alrededor por un momento. Sintió el fuerte cosquilleo del deseo una vez más.

Apretó las manos en el volante para controlarse y tragó duró.

La puerta trasera del lado derecho se abrió. Al mirar hacia atrás, el chico de la fotografía les miró, dudoso.

—¡Bienvenido, Konohamaru! —saludó Naruto efusivamente—. Te lo has pensado mucho.

—Porque todos nada más escupís mentiras y luego os largáis.

—Lo sé —respondió Naruto—. Sé que algunos son unos mierdas, pero te aseguro que nosotros no. Para nada. Queremos ayudarte y, como todo, hay un sistema y fases que pasar. Después lo agradecerás.

Sasuke observó al chico por el retrovisor. De cabellos castaños rebeldes, cara rechoncha pese a su delgadez. Se frotaba la nariz con cierto recelo hacia ellos. Con ojos inquietos aseguraba su vía de escape y aunque cerró la puerta, parecía dispuesto completamente a saltar del coche de ser necesario. Portaba una bufanda azul larga, que tenía las puntas roídas, seguramente, de rozarse por el suelo. Probablemente, algunas manchas eran más de lágrimas que de manchas de comida.

—Lo dudo —dijo entre dientes.

Naruto se echó a reír.

—Ya te he dicho que no voy a mentirte. El proceso es una mierda y seguramente, todas las casas a las que te han enviado no te hacían sentir seguro. Es difícil encontrar un lugar cómodo, lo sé, ttebayo. Pero te aseguro que solos no podemos hacer nada, aunque creamos que sí.

Sasuke encendió el coche con cierta cautela, atento a la conversación y los gestos del niño.

—¿Y este estirado va a ayudarme también? —cuestionó el crío señalándolo con la cabeza—. Porque parece que se ha tragado una vara de hierro por el culo. Ya me entiendes.

Deseos oscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora