Me escondí dentro del establo de Galán. Sara y Jonan jugaban con el agua como si fueran niños divirtiendose en una tarde de verano. Miré a mi al rededor. Una manguera colgaba de la pared y la cogí. Galán me miraba con sus grandes ojos. Yo le acariciaba el cuello y mi mirada se fijó en su lomo. Dejé la manguera donde estaba y yo seguía fijandome en él. Acariciaba suavemente la cabeza del caballo, luego pasaba al cuello y luego el lomo. Abrí la puerta del establo y saqué a Galán. Sara y Jonan continuaban mojandose los unos a los otros y sin que se dieran cuenta cojí una cuerda para engancharla al cabezal. Lo acariciaba, estaba apunto de entrar en otro mundo. Sin pensarmelo dos veces subí y el caballo me ayudó empujandome hacia arriba. Estaba encima, encima de la hermosa bestia, un animal que podria haberme matado en el intento, pero todo lo contrario, me ayudó a subirme en él.
Sara se da cuenta de que no estaba con ellos y mira hacia los lados.
—Jonan... Mira eso—dice sorpendida—.
Los dos me miraban impresionados, preguntandose como había subido al caballo sin ayuda de nadie.
—Galán, al paso—le susurro—.
El animal me hacia caso cuando le hablaba. Era como una conexión entre humano y caballo. Un vinculo que solamente podíamos ver él y yo.
De repente un estallido cerca de donde estábamos asustó a la bestia, a la que le hizo que me tirara y se fuese corriendo por todo el jardín. El caballo corria y yo estaba en el suelo intentando levantarme. Sara vino a ayudarme, una vez mas en el día y Jonan corria detrás de él. El caballo quedó arrinconado contra un muro de la casa, pero él se imponia contra Jonan y empezaba a dar cozes.
—Jonan, ¡aparta de ahí!
