Capítulo 2: Quejido de dolor.

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Al día siguiente, se despertó muy tarde por haberse quedado tomando tequila hasta las 5 de la mañana. Solía gustarle no dormir por horas y eso se potenciaba con su adicción.

    A todas las clases escolares, llevaba whisky en botellas plásticas, fingiendo que era agua. Nadie se percataba de esto y ella estaba acostumbrada a tomar y tomar que su cuerpo lo había adaptado y tardaba en hacerle efecto. Cada vez que viajaba hacia su hogar, podía sentir como su cabeza se distorsionaba de una manera inexplicable. Sus piernas temblaban justo antes de bajar.
Varias veces se cayó en el último escalón, los del colegio ya la conocían y se acercaban a levantarla.

   En su hogar siempre hallaba a padres gritandose, por lo que subía a su cuarto directamente, sin obtener ni un abrazo o caricia. Y seguía bebiendo y bebiendo hasta sangrarle la nariz de, vaya a saber cuántos golpes haber recibido por beber y no estar en sus cabales.

   Aparte de que su madre le pagara todo lo que bebía y que incluso se encerrara en su propio cuarto por horas, con llave a beber -su madre, una alcohólica desalmada-. Mientras que su padre disfrutaba la vida matando otras vidas en el bosque, -su padre, un cazador violento-.

   Su nueva vida parecía prometedora, al menos estaba lejos de personas que contaminarían su entorno.

    Con gran resaca, intentó pararse. Sus botas marrones sucias con tierra, su buzo azul marino, su jean algo desgastado y sus auriculares negros formaron parte de su vestimenta -la cual no se cambió desde ayer-.  Sin más, salió a trotar olvidando por completo sus horarios impuestos, de la tarde noche.

    Eran aproximadamente las tres de la tarde mientras comenzó su trote. No pasó ni una sola cuadra y comenzó a vomitar.

Tomando su rostro y quedando ciega con el sol pegándole en la cara, decidió dar la vuelta para volver. Pero de un momento fugaz y nublandosele la vista, cayó estrelladamente sobre el césped de alguna vivienda y después de esto, no supo más de lo ocurrido.  

    Al cabo de un lapso de tiempo bastaaaaaante largo, se despertó con incertidumbre. Observó a muchos niños que también la veían desde arriba, todos ellos mantenían fija su mirada sobre ella.  Tenían máscaras de papel sobre sus rostros, una pasta parecida al engrudo. O tal vez, solo estaba alucinando por el golpe.

–¿Hola? —preguntó mientras intentaba levantarse lentamente y recobraba su visión—.

    Los pequeños y otros grandes niños, corrieron mientras se reían macabramente entre ellos, a la vez que rodeaban una casa, una bastante peculiar. Con tan solo verla se te erizaba la piel.

    Al levantarse, Demet emitió un quejido de dolor. Y al mirar su tobillo, se dio cuenta de que se había producido un esguince en el pie izquierdo.

    Saltando sobre un pie, esta vez si pudo dirigirse a su casa.

Comenzó a buscar algo para colocarse rápidamente en la herida abierta, el dolor de cabeza se potenciaba con este nuevo y producía un estrés severo. Al no encontrar absolutamente nada, decidió echar tequila para que no se le infectase.

–AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA.  —los pobres pájaros de la ventana salieron volando despavoridos—.

Sí, dolió bastante.

   Secó su lágrima producto  del dolor y comenzó a respirar a fondo, tan hondo como pudiese, para que el ardor pase de una buena vez.  Y justamente, alguien toca la puerta en ese momento de absoluta molestia.

–¿Quién MIERDA es? —expresando su enojo—.

–¿Hola? Soy tu nuevo vecino... Iván.

–...

¿Iván, un nuevo vecino? —pensaba—.

–Lo siento, creí que sería buena idea presentarme, te vi cuando llegaste ayer, quise ser amable. —dijo algo arrepentido—.

Sonaba bastante amigable, debería darle una oportunidad, al fin y al cabo, sí quería tener amigos.

–No, no. Espera. —mientras apretaba con fuerza el lazo que envolvía su tobillo para hacer presión—.

   Abrió la cerradura de la puerta y ahí estaba el joven; alto, pálido, con cabello castaño y un estilo bastante alternativo.

–Mucho gusto. —dijo el joven extendiéndole la mano—.

Ella le devolvió el saludo.

–Así que eres mi vecino, eh.

–Así es, lo soy. —dijo sonriendo—.

Hubo un silencio que duró segundos y...

–¿Quisieras pasar? —levantando una ceja—.

–Si no es problema, está bien.

–Bueno sólo te dejo pasar porque pareces de mi edad y dudo que encuentre más personas en este pueblo.

–Bueno un poco lejos de aquí hay un grupo de adolescentes como nosotros, son muy agradables.

–Me agrada.

–Luego puedo presentartelos.

Demeter hizo un gesto con el rostro para indicarle que sería buena idea.

–¿Acaso eso es...?

–Sí, es tequila.

–¿Bebes?

–A menudo, de vez en cuando, no mucho.

–Conozco cuando una persona bebe mucho.

–Está bien, me atrapaste. —dijo riendo—.

–Yo fumo.

–¿Y quién no?

–¿Conoces a alguien que fume 10 cajas de cigarrillos por día?

–Es mucho.

–Lo sé.

–Y ¿por qué fumas tanto?

–Es una buena forma de lidiar con mi ansiedad.

–Te comprendo hermano. —chocaron puños—.

    Luego de pasar la tarde hablando y conociéndose, Iván se despidió.

–Nos vemos luego Demeter.

–Dime, Demet.

–Ok, Demet, nos vemos. Adiós. —sonriendo—.

–Adiós Iván. —le dijo mientras éste desaparecía de la escena, y ella observaba cómo bajaba la luna de a poco e iluminaba todo al rededor—.

Cerró la puerta para que no entrase tanto viento, ya que estaba refrescando.

Y nuevamente, fue a acostarse. Ésta vez no tomó tequila ni whisky, no quería volver a lastimarse.

–Buenas noches bebé.  —le dijo a la botella—.

Y se durmió profundamente.

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