capítulo 4: Deseo.

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              La hora corría, las mentes volaban y el interior de cada una explotaba en lujuria y desespero. Las caminatas intensas por esos pasadizos y lugares de encierro hacían tener espasmos duraderos. Quién quisiera podría detenerlo, para no sufrir posteriormente el adiós, pero la vislumbridad en sus ojos las cegaba al momento de frenar sus acciones.

–Así, más, más, más. —suplicaba Amanda—.

    Demeter comenzó a acariciar esas piernas suaves e interminables. Nunca había probado el sabor de una mujer, nunca había sentido un cosquilleo fuerte en sus partes íntimas, como lo estaba sintiendo en ese momento.

Se sentía muerta al no poder sentir sus dedos de los pies o su boca, por tanto alcohol ingerido, pero al menos continuaba algo consciente y le sorprendía el poder del deseo, que se potenciaba entre sus cuerpos y las hacia sentir incluso el triple de lo que deberían.

–Am...anda. —soltó un dulce suspiro que el aire atrapó—.

  Volvieron a unir sus bocas desesperadas y posicionaron sus labios para comenzar a frotarse de adelante y hacia atrás. Lentamente y luego más rápido hasta gritar fuerte las dos y hundiendo sus gemidos en besos apasionados.

   Después de algunas horas, Demet despertó en su cama, se encontraba desnuda y junto a ella se veía una silueta. Era Amanda colocándose la ropa.

–Discúlpame, Demeter. No sé que ocurrió, yo estaba muy ebria. —le dijo muy avergonzada—.

–Ehhh, tranquila. Lo entiendo. —dijo y, se quedó en silencio observandola—.

–Yo... Yo no soy...

–No tienes que explicar nada. —le dijo Demeter—.

   Amanda tomó sus zapatillas y rápidamente salió del cuarto. Ya era bastante tarde, había oscurecido y Demet no corrió, lo cual le afectó bastante al no poder ponerse límites.  Pero, al fin y al cabo la pasó bien. Ebria o no, le gustaba Amanda.

Al levantarse, fue a la sala donde se encontraban los demás chicos durmiendo. Excepto Rahid, que se encontraba con los ojos abiertos de tanta droga que se había inyectado.

–Hola. —dijo en voz alta—.

Todos seguían durmiendo en el piso.

–HOLAA. —gritó fuerte—.

Iván se levantó rápido del susto y miró hacia los lados.

–¿Podrías despertar a tus amigos?

–Rahid.  Jevina. Erikka. ¿Dónde está Venji?

–Acá. —mientras vomitaba en el inodoro de Demet—.

–Chicos ya debemos salir de acá, ¿no les parece? —dijo Amanda—.

–Pero la fiesta recién comienza, es temprano. —dijo Erikka—. Vamos Demet, creí que eras buena onda.

–Pero necesito correr porque debo entrar a... Bueno, no hace falta dar explicaciones. En serio la pasé bien hoy, pero creo que ya es hora de que tal vez se fueran.

–Todos mis amigos están drogados, no podemos volver, Demet. —dijo Iván —.

Miró sus ojos, miró al rededor y se convenció.

–Está bien, pueden quedarse. Yo iré a correr.

Tomó sus cosas y salió de allí. –No quemen mi casa.

Justi cuando Demeter estaba saliendo, la frenó Amanda. –¿Puedo acompañarte?

–Si quieres.

Comenzaron a caminar por las calles de Tenecí donde los árboles hacían mover sus hojas y el viento acariciaba con un frío cortante sus mejillas. Sus cabellos volaban hacia todas partes.

–Yo no salgo mucho a correr.

–Yo sí. —respondió Demet—.

–Ya veo. —dejando pasar unos segundos de silencio—. Me da miedo aquella casa.

–¿Esa...? —apuntó—.

–Se ve tan... Es muy tétrica, desde que tengo memoria está ahí, e incluso se escuchan ruidos muy extraños.

     Se quedaron paradas frente a la casa, viendo cada detalle. Y en de un momento a otro...

–¡BOO!

–¡DEMET! me asustaste.

–Lo siento. —dijo riendo—.

      Prosiguieron la caminata y Demet decidio adelantarse con trotes.

–¿Por qué rengeas?

–Me doblé el tobillo hoy.

–Oh, pobrecita. No deberías estar trotando.

–Lo sé, pero necesito esto.

–Entiendo. —viéndola a los ojos—.

    Se veía tan hermosa, su rostro dulce y puro, sus ojos negros y su flequillo esparcido en toda su piel, su cabello oscuro bailando hacia todos lados.

     Tenía muchas ganas de besarla.

–Bien. —contestó Demeter—.   Y siguió trotando.

Se mantuvieron largo rato allí. Tratando de no parar, pero el frío se potenciaba y ya les estaba doliendo el pecho fuertemente.

–¿Ya paramos? —preguntó Amanda—.

–No. —respondió—.

Siguieron un buen rato más, hasta que las dos se cansaron mucho y decidieron frenar. Al volver, todos estaban durmiendo, algunos en el piso y otros en el sillón. Ya no había lugar para que Amanda se acostase, por lo cual, Demeter la invitó a dormir junto a ella.

–En serio lo siento, no tengo más sillones.

–Tranquila, dormiré de los pies.

–Está bien. —respondió Demet—.

    Entraron a la habitación y Demet se tenía que cambiar, entonces lo hizo en su habitación en donde estaba también, Amanda.

Se quitó la sudadera y el pantalón, quedando en ropa interior. 

Amanda observaba con sumo deseo en sus ojos. Le dolía abajo, deseaba tocarla. Quería sentir nuevamente sus curvas.
Se dio vuelta para no verla más. Y comenzó a sacarse los zapatos para acostarse y dormir de una vez.

Demet, se colocó el desodorante y talco para no generar un olor posterior por haber corrido tanto. –pero al hacer frío, no le ocurría esto de tener olores fuertes–.

Se colocó un pijama largo y se acostó en la cama.

–Descansa Amanda.

–Igualmente.  —dijo con voz suave—.

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⏰ Última actualización: Jul 12, 2021 ⏰

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